Pitol, el ser de historias y enfermedades inventadas

Pitol, el ser de historias y enfermedades inventadas
Por:
  • javier-martin

Los siguientes son fragmentos de entrevistas a escritores, académicos, críticos literarios, dramaturgos y amigos personales del escritor poblano, realizadas en 2004 para el reportaje Sergio Pitol: vida desde la literatura.

A través de ellos se busca mostrar, mediante la mirada ajena, la del otro, la del entrevistado, el prodigio conjugado de la vida en la literatura. El ser de carne y hueso pintado desde sus vivencias, por su literatura, sus amigos y sus conversaciones. Esbozan los pliegues de un ser complejo, lúcido, divertido, mordaz; culto de la punta del pie al cabello, un sujeto hipocondriaco al que la enfermedad física marcó desde su infancia tras la muerte de sus padres, siendo la literatura la nodriza que alimentó sus sueños vagabundos de recorrer el mundo y perderse en él, como en el lenguaje florido de sus novelas e híbridos ensayos.

Cruce de anécdotas

Luis Prieto

Yo conocí a Sergio Pitol en 1950, en ese tiempo los cursos de la UNAM empezaban en febrero. Sergio acababa de llegar de Córdoba, y el encuentro con la Ciudad de México lo impactó. El DF era muy agradable y seguro. Un día, Sergio nos dijo a Licha Osorio y a mí: llegan a la colonia del Valle y se bajan ahí donde diga “banco”.” Eso te da una idea de la gente que viene de provincia… Es un cambio total. Un recuerdo de esa época es que Sergio caminaba con un pie en la acera y otro abajo. A lo mejor eso lo hacía también en Córdoba. Incluso en varias ocasiones tuvo problemas porque le daban unos empujones desde los carros.

Mario Bellatin

Él, en su cuerpo y su existencia escribe su propia obra. En esa escritura interviene la biografía, la enfermedad, y lo cotidiano. Pero un cotidiano transformado por su existencia. Cuando visitas su jardín en Xalapa sientes que estás entrando a un espacio distinto. Incluso las cosas más cotidianas se transforman. Es un espacio regido por leyes que no necesariamente son las que conocemos; la relación entre él y sus perros, sus plantas y los libros, y su pequeño cine, y su escritorio donde hace textos en borrador, y el escritorio donde hace textos totalmente en limpio, y esa casa hecha sólo para la literatura, en fin, toda una serie de situaciones que realmente no son muy verosímiles si las tomamos desde el punto de vista de la “normalidad”.

Anamari Gomís

Mi amistad con él surge cuando Arturo Azuela, a la sazón director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, invitó a Sergio, que llegaba a México de Checoslovaquia después de haber sido embajador y haber permanecido 28 años fuera del país, a coordinar el área de estudios eslavos en la UNAM. Para ese entonces, me encargaba de coordinar la licenciatura en letras hispánicas, y había leído a Pitol, causándome un deslumbramiento profundo El tañido de una flauta. Y un día estábamos en una pequeña reunión Azuela, Pitol y yo, y cuando terminó, Azuela me dijo: fíjate Anamari que Pitol se siente mal del corazón, ¿podrías llevarlo a un hospital? En ese momento yo me asusté muchísimo. Subí a mi hijo al coche y nos lanzamos por los hospitales de México. Finalmente llegamos al Ángeles, y ahí atendieron a Sergio que no tenía nada, más que una, entonces, insipiente depresión. Como todos, también he padecido depresiones, y pude sostener con Sergio una relación estrecha porque entendía sus síntomas. La depresión es una escritura, una escritura distinta. Te ocurren cosas que no entiendes a menos que las hayas vivido.