“Soy trabajador no pordiosero”

“Soy trabajador no pordiosero”
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Por Mael Vallejo

Carlos Castaño tiene 58 años y dos hijos. Martín, el mayor, estudió hasta la preparatoria por decisión propia; el segundo, Gabriel, tuvo que dejar sus estudios en Derecho para buscar un trabajo.

La decisión no fue fácil pero su madre está enferma y Carlos no tiene empleo. Lo ha buscado desde hace 11 meses, pero sólo ha recibido negativas. Carlota, su esposa, padece hipertensión aguda. Durante años obtuvo su tratamiento en una clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero cuando a Carlos lo despidieron de la fábrica de azulejos donde trabajaba, perdió la seguridad social.

Martín trabaja como ayudante en una empresa de mudanzas y no tiene ningún derecho como trabajador. Gabriel fue la última alternativa.

El menor de los hijos decidió dejar su sitio en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para entrar a laborar en un despacho de abogados del papá de un amigo. Trabaja como asistente, casi no se relaciona con cuestiones de abogacía, pero está afiliado al IMSS. “Me duele porque Gabriel era el primero de la familia que iba a ser universitario. Espero encontrar trabajo y que regrese a lo suyo: la escuela”, afirma Castaño.

Carlos es técnico en estampado textil. Estudió el bachillerato técnico y durante 15 años se dedicó a lo que había estudiado. Pero hace 13 años un compadre lo recomendó en una empresa que fabrica azulejos. La paga era mayor y tendría las prestaciones que marca la ley. Se fue sin dudarlo.

Durante años trabajó “duro pero contento”, hasta que un cambio en la administración de la compañía lo dejó fuera. “Ni liquidación, ni finiquito, es más ni las gracias me dieron”, platica. Todos sus compañeros le dijeron que encontraría chamba pronto: “tienes mucha experiencia, eso es lo que vale, es lo que están buscando”.

Pero esa experiencia ha sido el principal impedimento para encontrar otro trabajo. “Apenas les digo mi edad y ponen cara seria. Las canas tampoco ayudan. Pensé en pintármelas pero pues no hay ni para eso”, bromea, pero sin sonreír. Sus manos aferran un portafolio gastado donde sobresalen los anuncios clasificados de un diario. “Los leo diario, casi por costumbre, pero sé que no voy a encontrar algo aquí, todos (los anuncios) dicen ‘hasta 50 años’”.

Carlos dice estar tranquilo: “Ya no me desespero, ya se lo dejo a Dios.

Cuando me tenga que tocar me tocará. Al principio estaba muy enojado, muy decepcionado. Pero ahora entiendo que al menos mi esposa está recibiendo atención médica y mis hijos se han portado bien”.

Como muchos, él trabaja en cosas temporales, en lo que los amigos o la familia le ofrecen. “Si necesitan pintar su casa, si se les descompone algo, me llaman. Yo sé que lo hacen con cariño pero a veces me siento mal, como que la compasión no me gusta, yo tengo experiencia, llegue a ser el jefe de personal en la fábrica”.

Ese mismo orgullo lo ha llevado a no buscar obtener el seguro de desempleo del Gobierno del Distrito Federal (GDF), ni buscar ayudas de ese estilo. “No soy un pordiosero, soy un trabajador con experiencia que sólo necesita que alguien crea en él”.

Carlos Castaño

Edad: 58 años

Tiempo sin empleo: 11 meses

Mantiene: a su esposa enferma de hipertensión aguda

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