No a la mano alzada

No a la mano alzada
Por:
  • mauricioi-columnista

Cronológicamente estamos en el último trimestre de 2017; políticamente, sin embargo, vivimos la antesala de las elecciones del próximo año. La temporada comicial es particularmente adversa para encontrar coincidencias.

Los actores acentúan sus diferencias con el propósito de obtener más votos. El debate entre actores políticos rehúye al consenso, privilegiando las discrepancias. En estas condiciones debe ubicarse la salida del Fiscal para la atención de los delitos electorales federales y la designación de su remplazo.

Nombrado por un periodo que concluiría el 30 de noviembre de 2018, el Fiscal fue inesperadamente cesado por el encargado de despacho de la PGR, dado que pocos días antes el titular de la Procuraduría había renunciado. La renuencia del Fiscal para acatar su cese, buscando que la remoción fuera objetada por los mismos senadores que en febrero de 2015 lo nombraron por unanimidad, dio lugar a un interesante intercambio de puntos de vista sobre las condiciones de dicha votación.

Un bloque formado por legisladores del PAN, PRD y PT exigió que la votación fuera a mano alzada, de manera que públicamente fuera conocido el sentido del voto de cada uno de los senadores. Las fracciones del PRI y Verde insistieron en que la normatividad señala que los votos deben depositarse en urna cerrada. Los primeros justificaban su pretensión señalando que así se evitaría la venta de votos, en tanto los segundos olvidaron que el fiscal cesado había sido nombrado precisamente mediante votación abierta.

La discrepancia sobre el método de sufragio está irremediablemente ligada al grado de disciplina partidista. Mientras que la conformidad con la línea partidista caracteriza al priismo, la disidencia con ella se encuentra ampliamente difundida entre panistas e izquierdas. De ahí que estos últimos, al carecer de mecanismos que aseguren el sentido del voto de sus senadores, hayan propuesto que la votación se llevara a cabo a mano alzada.

La diferencia fundamental entre un voto secreto y uno a mano alzada reside en la posibilidad de que en el primero su emisor se exprese libremente. Esto significa que el voto secreto es un elemento esencial del sistema democrático. Hacer público el sentido del voto posibilita que se tomen represalias contra los disidentes. Rubén Cortés señalaba que en el régimen cubano se celebran elecciones de manera regular sólo que, al llevarse a cabo a mano alzada, la dictadura se ha asegurado que no exista discrepancia con la línea castrista.

Causa sorpresa que sean los panistas, tradicionalmente defensores de la efectividad del sufragio (“místicos del voto” los llamó despectivamente Ruiz Cortines), quienes propongan una regresión a mecanismos autoritarios. Tampoco es coherente con su trayectoria histórica que la izquierda, aquella que reivindicaba la votación secreta para elegir las directivas sindicales en contra de los líderes charros, someta a sus miembros a métodos propios de dictaduras. Proponer votaciones a mano alzada implica retomar métodos autoritarios. El nombramiento del titular de la FEPADE ofrece una oportunidad para que los senadores muestren su compromiso con los mecanismos democráticos.