¿A quién le importa?

¿A quién le importa?
Por:
  • larazon

Mónica Garza

No cabe duda que uno de los grandes regalos de la vida es la sorpresa. Ese hecho que repentinamente nos cambia el día y con mucha suerte, a veces hasta la forma de pensar.

Lo digo porque en mi quehacer de contadora de historias hay un personaje que nunca deja de sorprenderme cada vez que aparece y esta semana ha estado en México.

Una mujer nada convencional en su manera de ser y vivir, producto de una historia llena de mudanzas y silencios, ingredientes con los que ha creado de sí misma una imagen que no se parece a ninguna y que una vez vista y escuchada por vez primera será inolvidable para siempre, y curiosamente su nombre es Olvido…

“Estas cosas cuando creces te dan completamente igual, pero de niña yo creo que lo que me hubiera gustado era tener un nombre común y corriente, imagino”.

Me dijo esta artista fantástica mejor conocida como Alaska, durante una visita a México en la que tuve la oportunidad de sentarme a platicar largo y tendido con ella, maravillada por este ícono del más ochentero punk español, que además resulta ser más mexicana que el chile.

Nació en 1963 en el Distrito Federal, de madre cubana y padre español. Un asturiano republicano que llegó a México huyendo de la dictadura de Franco, pero que una vez muerto el generalísimo decidió regresar con su familia a España en el año de 1975. La pequeña María Olvido tenía 12 avispadísimos años y recuerda aquella mudanza continental como el peor drama de su corta existencia.

“Porque ese viaje a esa edad tan determinante yo creo que ¡pa! ¡boom! te implica que primero te tienes que adaptar a una cultura que no es la tuya. El primer mes te espanta y al segundo te has hecho dueña y y estás encantada, pero el cambio es duro”.

Me contó Alaska en aquella ocasión, en la que recuerdo que yo no podía dejar de admirar su piel blanquísima como la de un fantasma, pero tan perfecta. Y ese arrojo para llevar el pelo de un anaranjado estridente que destacaba por encima de cualquier cosa a su alrededor, menos de sus modales perfectos y el movimiento delicado de sus manos al hablar.

¡Vaya mujer de contrastes!, pensé durante todo aquel encuentro donde Olvido recorrió con su particular narrativa su adolescencia en España, el divorcio de sus padres, su abandono de la escuela a los 14 años y sus inicios en la música a los 15.

Me contó que cuando descubrió el nombre de “Alaska” mirando un mapa de los Estados Unidos, por pura travesura decidió adoptarlo, “ahora me voy a llamar así” dijo, sin imaginar que sería el punto de partida de su transformación en ese singular personaje que la definió, a ella y a toda una época en el despertar de la España postfranquista, en la que en 1979 formó el primer grupo punk de Madrid llamado Alaska y los Pegamoides.

A esta polémica cantante le abrió camino su inteligencia y el descaro con el que rompía todas las normas. Fue la primera “Chica Almodovar” que sin inhibiciones horrorizó en 1980 a gran parte del público español con su “lluvia dorada” para la pantalla grande y para la historia…

Y ¿A quién le importa?, como diría su canción. Ese himno a la rebeldía que marcó a toda una generación, lanzándola al estrellato internacional en 1986 y con el que además se convirtió en una de las voceras y protagonistas de la enloquecida “Movida Madrileña” de aquella década.

Su personaje arriba y abajo de los escenarios se llenó de mitos y leyendas urbanas. Que si era hombre, que si era heroinómana… Alaska ha sido por sobre todas las cosas una mujer sana y una gran empresaria. Ha brillado desde lo más alto, desde ahí se ha caído y siempre se ha vuelto a levantar.

Su vida amorosa junto a Mario Vaquerizo —11 años menor— es tan original como su personalidad que no se detiene ante nada, que busca todo el tiempo revolucionar y que una vez más llegó a México a sorprender y a enseñar que el talento y la autenticidad no tienen edad, ni espacio para la doble moral…

monica.garza@razon.mx

Twitter: @monicagarzag