Aldo Moro, cuando se dispara a la democracia

Aldo Moro, cuando se dispara a la democracia
Por:
  • julian_andrade

Un marzo de hace cuatro décadas fue secuestrado Aldo Moro, entonces presidente de la Democracia Cristina (DC) en Italia.

En el ataque murieron cinco de sus escoltas y se derrumbó lo que sería un acuerdo de largo alcance con los comunistas y con su líder,  Enrico Berliguer.

Moro, un político fino, había trabajado en un proyecto para dotar al gobierno italiano de estabilidad en el contexto de la Guerra Fría.

Por aquellos años el Partido Comunista Italiano (PCI) tenía una fuerza más que respetable, que provenía de sus doctrinas de corte europeo, de un enorme arraigo entre los obreros y de la toma de distancia de la Unión Soviética, ya desde entonces.

Aquella mañana, Aldo Moro se trasladaba al Congreso para la votación de una moción de confianza a favor de Guilio Andreotti, en la que participarían de modo favorable los legisladores del PCI. Era el Compromiso Histórico.

La cercanía entre Moro y Berlinguer no era bien vista ni en Washington ni en Moscú. Preferían los equilibrios marcados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y no les interesaba una democracia cristiana moderada y mucho menos un partido de izquierda socialdemócrata.

Pero también jugaban los terroristas, y de modo duro, sin contemplaciones; y por ello, una célula de las Brigadas Rojas decidió secuestrar a Moro, haciendo saltar por los aires no sólo la posibilidad de una buena política, sino un camino distinto para Italia.

El grupo de ultraizquierda pretendía canjear al dirigente democristiano por 13 terroristas presos.

Los 55 días de cautiverio fueron también los de la tragedia del poder. Moro, desde su prisión, escribió cartas solicitando que se negociara con sus captores.

Los grandes grupos del poder se opusieron a “negociar con terroristas”, ya que esto demostraría debilidad del Estado italiano.

Moro, desde su cautiverio, les pregunta: “¿Por qué ha de ser una ruina para el Estado permitir que , alguna vez, un inocente sobreviva a cambio de otra persona que, en lugar de ir a la cárcel, sea desterrada?”

El 6 de mayo, luego de una llamada anónima, la policía encontró el cadáver de Moro en la cajuela de un auto en una calle de Roma. El cuerpo tenía 11 disparos efectuados por Mario Moretti, líder de las Brigadas.

A 40 años del crimen, sigue abierto el debate acerca de la decisión de no intentar salvar al presidente de la DC. No es fácil, y nada es blanco y negro.

Claudio Magris recordó hace unos días: “negociar con los terroristas significaba echar tierra sobre el asesinato de cinco personas, como si dicho asesinato no hubiera ocurrido o fuese irrelevante”.

Lo que resulta evidente es la mano criminal de las Brigadas Rojas y su alianza, acaso impensada, con otros fanáticos: los derechistas de la Logia P2, implicados, a su modo, en estos sucesos y en las investigaciones posteriores.