Alergia a la prensa

Alergia a la prensa
Por:
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Bertrand de la Grange

Nadie sospechaba que el presidente español Mariano Rajoy pudiera tener algo en común con su colega ecuatoriano Rafael Correa, más allá de su posición sobre el aborto, que ambos mandatarios quieren limitar por la vía legal. Pero resulta que sí: el conservador y el bolivariano comparten la misma alergia a la prensa crítica, como parecen indicarlo dos acontecimientos recientes.

La recientemente creada Superintendencia de Información y Comunicación de Ecuador no ha dudado en procesar al caricaturista Xavier Bonilla (Bonil) por un dibujo que, en cualquier país democrático, hubiera provocado una simple sonrisa. No insultaba a nadie. Era una crítica al allanamiento de la casa de un periodista, que había sido condenado anteriormente a un año y medio de cárcel por injurias contra el presidente Correa. Sin embargo, según el organismo encargado de “vigilar” a los medios, esa “caricatura induce a considerar que la actuación de la Fiscalía fue realizada con engaño y con violencia y esto afecta y deslegitima la acción de la autoridad”.

Finalmente, El Universo, que publicó la viñeta, ha sido condenado a una elevada multa. Y el caricaturista ha tenido que rectificar. Bonil lo ha hecho con gracia y buen humor a través de una viñeta que retrata a unos amables policías entrando en casa del periodista con un ramo de flores. El Gobierno ecuatoriano ha hecho el ridículo, pero no ceja en su afán por controlar la prensa. Según la Fundación Andina para la Observación y Estudio de Medios (Fundamedios), las autoridades han impulsado 42 juicios desde 2008 contra la prensa, y “el principal agresor es el mismo presidente Rafael Correa”.

“El presidente mantiene un constante y sistemático discurso estigmatizante contra periodistas y medios de comunicación”, dice el director de Fundamedios, César Ricaurte. “Ha calificado con los más duros adjetivos a los periodistas. En su programa sabatino los identifica con sus nombres y apellidos y exhibe sus fotografías. Eso lo hace cuando no le ha gustado alguna crítica o alguna columna de opinión”.

Correa lleva una guerra personal y política contra El Universo, ese instrumento de “la contrarrevolución”, al servicio de “unas cuantas élites […] en contubernio con poderes extranjeros”, que impiden la construcción de “verdaderos Estados populares” en América Latina.

Hace dos años, el mandatario demandó a ese diario por daños y perjuicios —pedía 40 millones de dólares— y ganó, aunque finalmente perdonó la deuda para no quedar mal, ya que el pago de ese monto habría provocado el cierre de El Universo. Repitió la operación con el caricaturista. Lo tachó de “sicario de tinta” en su programa semanal de televisión, y a los pocos días la Superintendencia de Comunicación abría el expediente.

En España también se cuecen habas, según el fundador del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez, que acaba de ser despedido de su cargo de director después de 24 años en el puesto. Pedro Jota, como se le llama en España, acusa al Gobierno de Mariano Rajoy de haber presionado a los dueños italianos del periódico para que lo destituyeran. No ha aportado ninguna prueba concreta para sustentar su denuncia, pero achaca su cese a la publicación de numerosas investigaciones en las páginas de El Mundo, que ha destapado la existencia de una red de corrupción en la cúpula del Partido Popular, actualmente en el poder, además de varios escándalos que afectan a la Casa Real.

Admirado y odiado, Pedro Jota no dejaba títere con cabeza. La audacia de sus reportajes y de sus titulares convertía a su periódico en lectura obligada, incluso para sus detractores, empezando por su principal rival, el diario El País, que le dedicaba este comentario en un editorial de los años 90: “El Mundo es un ejemplo admirable de periodismo amarillo y extorsionador. Y su incendiario director tiene más amor a la gasolina que a la verdad”.

Cuando se publicó ese editorial, Pedro Jota acababa de destapar el escándalo de los GAL, un escuadrón de la muerte creado por altos cargos del Gobierno socialista de Felipe González para asesinar a los terroristas vascos de ETA (mataron a algunos y, también, a varios inocentes). Animado por su “amor a la gasolina”, Pedro Jota decía la verdad, como se pudo probar judicialmente más adelante. Con tantos enemigos, en la derecha y en la izquierda, lo sorprendente es que el “último gigante de la prensa de papel”, como lo llama uno de sus amigos, haya aguantado tanto tiempo.

Nunca se sabrá si el director de El Mundo ha sido despedido por presiones del poder o porque los dueños lo responsabilizan de llevarles a la ruina con una deuda de 800 millones de euros. Lo más probable es que sea una mezcla de ambas cosas.

bdgmr@yahoo.com