Amieva y Díaz Ordaz

Amieva y Díaz Ordaz
Por:
  • Carlos Urdiales

Del 2 de octubre de 1968 heredamos taras y virtudes. Generaciones posteriores a esas juventudes rebeldes con causa, les estamos en deuda porque en poco más de tres meses marcaron la historia del país al oponerse al autoritarismo oficial, a la represión criminal, sin perdón ni olvido.

Rumbo a la cuarta transformación, o por lo menos a una alternancia de alto contraste, se cumplieron 50 años de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco a manos de elementos federales y paramilitares. Para ese agravio social no hay siquiera amnistía moral; hoy, como hace medio siglo, se exige cárcel para los asesinos que aún viven impunes.

Por eso ahora la nueva mayoría abrirá comisiones ejecutivas que investiguen lo investigado, que vuelvan sobre las huellas de sangre y hagan justicia, así sea tarde. Por eso la nueva clase política inscribió con letras doradas en el muro de honor de San Lázaro “Al movimiento estudiantil de 1968”, igual ocurrió en el Senado, al centro del primer balcón en el salón de plenos. Ese movimiento, activamente efímero, pero eterno en miles de formas pasivas, es parte de nuestra historia y como tal se le ha honrado.

Lo opuesto ocurre con la decisión del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, José Ramón Amieva, de retirar las placas metálicas de las estaciones del Metro, que daban testimonio de quién y cuándo fueron inauguradas las tres primeras líneas de ese sistema de transporte. Así se estilaba hasta el sexenio de Zedillo.

Con Díaz Ordaz como presidente, México llegó al final del llamado desarrollo estabilizador; se inauguró el Sistema de Transporte Colectivo Metro, sin el cual hoy no podríamos imaginar la capital nacional. Fuimos sede de los Juegos Olímpicos del 68 y del Campeonato Mundial de Futbol del 70. Aquel país también es nuestro. La magnífica Ciudad Universitaria cumplía apenas 16 años de inaugurada y tan sólo trece años antes se había reconocido el derecho de las mujeres a votar.

¿Pretende así, el efímero gobernante, borrar el nombre de Gustavo Díaz Ordaz de la historia? Mutilando los muros del Metro no se venga a nadie. A nadie tampoco castiga. Exhibe desprecio por la memoria urbana, crónica tangible de una ciudad que le queda enorme. Autoritarismo burócrata. Innecesario. Por buenas y pésimas razones, hay nombres que perduran y otros que pronto se olvidarán.

¡Alto!. A partir del 1 de octubre la Ciudad de México tiene alcaldes con nuevas atribuciones y responsabilidades, ante la depredación urbana de inmobiliarias en contubernio con instancias reguladoras, que construyen a mansalva oficinas, departamentos y comercios sin reparar en impacto ambiental, de infraestructura y servicios; las alcaldías de Benito Juárez e Iztacalco han decretado alto total a nuevos desarrollos, en tanto se revisan y ajustan normas a cumplir, no muy diferentes, por cierto, a las que debieron atender hace años.