Ansias de legitimidad

Ansias de legitimidad
Por:
  • larazon

La nueva consulta popular impulsada por el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, que consta de diez puntos, es buena muestra de las constantes reafirmaciones de la legitimidad que generan algunos liderazgos de la izquierda latinoamericana.

Como bien han observado estudiosos de la política regional, como Carlos de la Torre y Carlos Malamud, la apelación a mecanismos de la democracia directa en Venezuela, Bolivia y Ecuador, a diferencia de otros países de la región, como Uruguay por ejemplo, está ligada a la autoridad carismática de sus respectivos líderes.

Correa acaba de cumplir cuatro años al mando de Ecuador y pronto deberá enfrentarse, como ya lo hicieron Chávez y Morales, a su primera reelección. Para reelegirse, un líder como cualquiera de ellos tres, debe hacer algo más que lanzar una candidatura y exponer un programa de gobierno. Para reelegirse, un gobernante de ese talante, debe convertir la elección en una batalla simbólica en la que le va la vida al país y a él mismo —que es su personificación— y debe crear una atmósfera de plebiscito nacional, antes de las elecciones.

El tema principal de esta consulta es la inseguridad pública y la reforma de algunas instituciones del poder judicial, encargadas de enfrentar la misma. Sin embargo, el propio Correa ha presentado dicha reforma, no en términos de redefinición del rol de las instituciones, sino de lealtad y de renovación personal del funcionariado. Muchos opositores y analistas se preguntan, también, por qué si el tema prioritario es la seguridad pública, deben incorporarse a la consulta posibles controles estatales sobre recursos económicos y medios de comunicación.

La extensión de la consulta a temas no necesariamente relacionados con la administración de la seguridad pública, tiene que ver con el carácter plebiscitario que adoptan esos gobiernos. Se trata de un carácter que se impone, incluso, sobre otras propuestas más racionales y eventualmente más eficaces de la propia izquierda democrática, y de algunos movimientos sociales que los respaldan. Una vez que el líder comienza a funcionar en esa lógica carismática ni él mismo puede desentenderse de la misma, en caso de que se lo proponga.

Como sucedió con Fidel Castro en Cuba, y como ya está sucediendo con Hugo Chávez en Venezuela, ese apego a la reproducción simbólica de la legitimidad por medio de la polarización plebiscitaria de la sociedad, puede garantizarles el poder por un buen tiempo, pero a la larga limita la preservación de los legados políticos de esos líderes. Más posibilidades de constituir legados duraderos tendrían si, en vez de personalizar obsesivamente su opción política, se dedicaran a reforzar el soporte institucional de la izquierda democrática en sus respectivos países.

El debate sobre la consulta popular y la consulta misma, durante este año en Ecuador, se incorporarán al juego plebiscitario y preelectoral que el liderazgo de Correa impone a la vida política de ese país andino. Un tema tan vital y urgente, como el de la seguridad pública, acabará lamentablemente instrumentalizado por esa pelea simbólica entre el líder, sus partidarios y sus detractores. Una vez más, queda en evidencia que el populismo es, entre otras cosas, una simplificación de la política.

rafael.rojas@3.80.3.65