Aprender a dudar

Aprender a dudar
Por:
  • valeria_villa

Que difícil aprender a cuestionar lo incuestionable, porque todos nos adherimos con fervor a nuestras verdades que damos por universales, olvidando que una vez que las adoptamos, las reinterpretamos y las volvemos un asunto de percepción, estruendosamente falible.

A donde mire usted encontrará fanáticos: hombres y mujeres que están convencidos de que existe algo llamado orden natural, que dicta que sólo pueden amarse las personas de diferente sexo y que lo demás es contranatura. Gente que se aferra a lo que le enseñaron en su casa o en la iglesia cuando era un niñito que apenas sabía el abecedario.

Examinar, analizar, razonar y después decidir qué pensar se considera tibieza de carácter por las mayorías, que se incendian en las plazas públicas luchando por los pobres, por la libertad y la justicia, olvidando que su primer deber es poner en orden sus vidas privadas e intentar lo más difícil que es amar y ayudar a los íntimos.

Querer tener la razón es la religión de muchos. Voltean tableros de fichas, mesas en los bares, vociferan y dan portazos cuando los otros no les conceden la categoría de verdad a sus dichos. No está de moda dudar, las mayorías ejercen una tiranía escalofriante y la moderación y la templanza se desprecian. Quizá les sobra impulsividad a quienes siempre tienen una opinión sobre todo.

El filósofo Daniel Dennett ha descrito la cultura actual como una en la que “todos somos críticos especializados”. Vea usted una red social en cualquier momento del día, hora, segundo. Casi el 100 por ciento estará hablando de lo mismo, horrorizándose por las mismas cosas, denunciando impunidad y culpando a alguien de la miseria humana, que no deja de manifestarse nunca y en ningún lugar del mundo, a veces sin mayor explicación.

Dice Dennett que en este contexto triste, sería contracultural exhibir algo de decoro e incluso le llama caridad, a la actitud que podríamos asumir cuando criticamos el punto de vista de los que consideramos nuestros oponentes.

La tendencia a caricaturizarlos, nos empequeñece: ese tipo es de derechas, de izquierdas, fanático, tibio chayotero, un pobre psicoanalista que no se ha enterado que Freud era un imbécil, en fin.

¿Nos convendría, en los distintos ámbitos en los que se desenvuelve la vida, aprender a criticar de un modo menos airado?

Dennett dice que sí:

-1. Intentando expresar de forma clara y justa la posición del oponente, de modo que quizá agradezca escuchar lo que ha dicho, puesto de otra forma.

- 2. Hacer una lista específica de los puntos de desacuerdo. A veces estamos casi de acuerdo y no nos damos cuenta.

- 3. Explicitar lo que haya aprendido de su oponente.

- 4. Y solo entonces, expresar su critica y confrontar.

Recuerde: Somos frágiles, no autosuficientes, susceptibles de error, invadidos de sesgos ideológicos, de pobre percepción e intensa visceralidad. La pasión por la verdad se llama fanatismo y la aceptación profunda del descuerdo, es amor a la libertad.

*Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa desde hace 15 años. Este es un espacio para la reflexión de la vida emocional y sus desafíos.

valevillag@gmail.com

Twitter: @valevillag