Ármame hasta los dientes

Ármame hasta los dientes
Por:
  • larazon

Alicia Alarcón

En Estados Unidos existe una carta de derechos de los ciudadanos, que fue redactada cuatro años después de la constitución que rige al país. A cada uno de los artículos de esta carta, le llaman enmienda. Los constituyentes de 1787 no consideraron muchos aspectos que en el momento no habían salido a la luz. Desde asuntos de votación, implicarse a sí mismo en un juicio y hasta prohibición de castigos excesivos. Ha sido tan efectiva que hasta el día de hoy, salvo algunas modificaciones de contexto, la siguen usando. La segunda de estas enmiendas habla directamente del derecho de los ciudadanos a poseer armas. En un principio, la razón de tal derecho venía directo de Inglaterra y su Common Law, es decir, cualquier hombre debería tener armas para defender a su rey y a su tierra en cualquier momento. Ese sentido estaba ligado directamente a un instinto militar -armame hasta los dientes-.

En México, las leyes contra la posesión de armas aparentemente son las más estrictas del mundo. En la Constitución de 1857, se contemplaba ampliamente el derecho a portar armas. Esto se modificó en la Constitución de 1917, con las limitantes de calibre y armas exclusivas del ejército: “Artículo 10. Todo hombre tiene derecho de poseer y portar armas para su seguridad y legítima defensa. La ley señalará cuáles son las

prohibidas y la pena en que incurren los que las portaren.”

Mire usted, yo llego al punto de mi vida en donde estoy catalogada como “adulto contemporáneo”. Suena bastante mejor que “ando en la medianía de la vida” o cosas por el estilo. Llámenle como le llamen y viviendo en el país que vivo, es inevitable pensar que mis contemporáneos y yo hemos visto casi de todo. Aprendimos no a gestionar conflictos, sino a taparlos con cualquier cosa a nuestro alcance. Aprendimos en carne propia el significado de “agachón”. De unos años para acá, hemos podido aprender y ejercer lo que deberíamos si hubiéramos vivido en alguna situación de educación libre y diferente. A no quedarnos callados ni dejarnos pasar por encima. La bronca es otra vez, como muchas veces, hacerlo “a la mexicana”. Tapando unos hoyos para abrir otros y así para siempre.

Estamos en medio del desorden. La izquierda pregona amor por los pobres mientras se hacen ricos. La derecha pregona amor a los pobres mientras administran su riqueza. El centro (¿existe?) pregona amor por los pobres mientras recupera lo perdido. Los moderados se moderan en exceso y los liberales se moderan a modo. Los demás estamos en medio, muchas veces apáticos y poco solidarios, observando como caen los pedazos alrededor. Y hay que recordar que el dolor y la violencia no respetan ideologías. Mucho menos apatías.

Acostumbrados siempre al “ahí se va” ofrecen soluciones para autodefendernos. O más bien, a los que ya están armados. A los que no tenemos “necesidad”, pues no. Ahora, no solo es “Rápido y Furioso” y los pretextos de la “generosa” colaboración gringa underground. Es el gran mercado negro que existe para armar a los más posibles y que se hagan cargo del problema solos. El problema principal es la incapacidad de no poder generar estado de derecho. Lo que a primera vista pueden ser ciudadanos desesperados por justicia y paz, después se pueden convertir en un riesgo. Estamos hablando de armar a la población. De aceptar que la capacidad federal no llega hasta donde debería. De legalizar la lucha armada. De no saber nunca la historia completa.

Nos sorprendemos de las balaceras en Estados Unidos gracias a su segunda enmienda. Los criticamos por su violenta permisividad. Aquí, no reformaron el Artículo 10 de la Constitución. Pero haga usted de cuenta que si, porque no es realmente necesario cambiar nada...

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