Banquete de Shakespeare y Cervantes a 400 años de sus muertes
La tragedia más violenta de William Shakespeare, Titus Andronicus (1593), narra el menú que el general romano le ofrece a la emperatriz Tamora, reina de los Godos, en represalia: un sanguinario acto literario shakespeariano; y allá por la Mancha, Miguel de Cervantes, una y otra vez, dispone de la comida manchega, que el Hidalgo Don Quijote y su fiel escudero, Sancho Panza degustan, un plato que en su nombre lleva la penitencia y que hasta la fecha se sirve: La olla podrida.
Es el menú con el que La Orgía de los Sabores rememora a los dos titanes de la literatura, glotones ambos, en los 400 años de sus muertes: Shakespeare enamorado del jerez y Cervantes de la cocina manchega.
Si bien, en los festejos, como es costumbre, la gastronomía resulta invisible a los organizadores, ésta se defiende sola, los olores, los mismos, los sabores y los cuatro humores que balanceaban la salud y la alimentación según Galeno de Pérgamo (130 d.C.): la sangre, la flema, la cólera y la melancolía o la bilis negra.
Fundamentales en la obra de ambos, y que ilustramos en estos dos ejemplos gastronómicos y simbólicos.
La cena de Titus, en Roma
El ficticio Titus Andronicus, emblema del poder y la tradición romana, festeja la victoria sobre los godos sacrificando al hijo de la derrotada Tamora. Quien al convertirse en emperatriz romana, manda a violar y amputar a Lavinia, la hija de éste, por sus dos hijos: Estupro (Chiron) y Asesinato (Demetrios). Quienes en manjar, son cocinados y servidos a los ministros godos y su traidora madre, Tamora (Venganza) en un acto más que simbólico, parece conferir Shakespeare, como emblema de barbarie y civilización, símil de la gastronomía.
Extracto (…)
Titus: Sabéis que vuestra madre piensa cenar conmigo,
y se hace llamar Venganza, y me cree loco.
Escuchad villanos, convertiré vuestros huesos en polvo,
y con vuestra sangre y él, haré una pasta,
360 y con la pasta crearé un ataúd,
y haré dos pasteles con vuestros vergonzosos cráneos,
y le rogaré a esa furcia, vuestra dama desantificada,
como la tierra, se trague su propia descendencia.
Así, ahora traédlos, pues yo haré de cocinero,
y veré que estén a punto antes que llegue su madre.
Titus: Por favor, comed;
le ruego altezas coman.
La olla podrida de Don Quijote
La cocina manchega es referencia de la comida de Don Quijote y Sancho Panza. Un guiso que nos es ajeno. Guiso medieval, que llega a México como parte de los cocidos. Chayotes, ejotes, pollo, res, cerdo y demás: una olla que en su hechura es exquisita en sabores, y que acepta casi cualquier verdura o animal. Un cocido de pobres, pues, que Cervantes escoge para iniciar el Don Quijote:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda”.
Sancho, "que mientras más podridas son, mejor huelen y en ellas puede embaular y encerrar todo lo que en él quisiere, como sea de comer, que yo se lo agradeceré y se lo pagaré algún día". Don Quijote: “salpicón las más noches", o “un palomino”, de un palomar cercano. O el famoso cocido madrileño, la pancita mexicana o la sabrosa sopa de piedra.
Próximamente realizaremos chefs y La Orgía de los Sabores, un menú basado en ambas literaturas.
todocultura@prodigy.net.mx
www.laorgiadelossabores.com
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