Bonnie Clyde
Hay historias reales que superan la ficción y otras que el cine nos muestra con extraordinario realismo. Y en incontables ocasiones, el séptimo arte recurre a parejas que nos llevan por caminos de romance, aventura o crimen. Y, bueno, en política se dan también de la misma manera.
En la pantalla nos hemos deleitado con romances inolvidables como el de Rick e Ilsa en Casablanca; con aventuras románticas como las de Linda y Ed en Shining Through; y entretenido con delincuencia sin límite como la de Bonnie & Clyde. Pero lo bello de las películas es que después de verlas, podemos salir de la sala casi con dos certezas: Que nuestras parejas no se subirán a un avión con otro amor para no verlas nunca más y que no seremos emboscados por la policía.
En la política también ha habido matrimonios memorables. Imposible desasociar a John Kennedy de la bella Jackie, a Richard Nixon de su adorada Pat, a Bill Clinton de su infatigable Hillary, y a Barack Obama de la talentosa Michelle. Antes tuvimos también a Juan Domingo Perón y a su astuta Evita; y no hace mucho a Luis Echeverría con su incansable Esther, y a Vicente Fox con su imprescindible Marta.
A todos ellos se les pueden atribuir defectos y virtudes, se les puede dar crédito por acciones benéficas o ser sujetos de críticas y reclamos en el ejercicio del poder. Ellos no vivieron en la fantasía, sino que incluso tuvieron la capacidad de tocar la vida y la realidad de millones de personas.
Pero sucede que también en ese ámbito ha habido parejas infames, de esas que la historia y la sociedad quisieran que nunca hubiesen existido. Hitler y su no menos desquiciada Eva; Sese Seko y Bobi Mobutu, y Ferdinand e Imelda Marcos, por mencionar sólo algunas. Como cónyuges formaron un equipo del mal, en el que se hicieron cómplices directos o indirectos de genocidios, asesinatos, robos y todo tipo de excesos.
Y es que en un matrimonio funcional siempre habrá complicidad, sea éste formado por gente noble, valiosa y trabajadora, o bien por pillos, desvergonzados y holgazanes. Hoy, a propósito de dúos, nos cae a los capitalinos una noticia que no sorprende pero asusta, que no era inesperada, pero hace que la piel se erice sólo de pensar en el futuro.
Resulta que René Bejarano y Dolores Padierna pudieran estar a punto de quitarse la careta y anunciar lealtad irrestricta a su líder y guía López Obrador. Pues sí, ni modo que su modelo a seguir fuera Olga Sánchez, ¿verdad? La vida es así, es normal seguir las enseñanzas del maestro; y en este caso, el señor que pescaron atando fajos de billetes en ligas es un hijo político y putativo del candidato serial.
Por un momento pensé que con Duarte y Karime habíamos tenido suficiente, y que sólo faltaba que a ella la trajeran a cuentas. Pero ahora esta noticia confirma mis peores sospechas: que López y Bejarano siempre han sido pareja, de otro tipo, pero cómplices al fin.
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