Carajo

Carajo
Por:
  • larazon

La misma historia: un empate, una victoria y una derrota en los juegos de la primera ronda. Pasamos de panzazo a los octavos de final. Corrijo: en materia de futbol mexicano todo se repite, una y otra vez, hasta el fin de los tiempos. No quisiera ponerme necio, pero hasta los ciegos han visto que Guille Franco jugando como punta nos aleja del gol. Entonces, ¿por qué insistir en él? Persiste un raro compromiso con la necedad. Ayer hablaba en esta página del pozo español, tendríamos que hablar entonces del muro mexicano en el cual nos damos de topes y contra el que estrellamos nuestros sueños. Sé que sólo hay un entrenador designado, pero uno de los atractivos del deporte es que de pronto todos somos directores técnicos. Los alineados saltaron al campo con una lápida en la espalda: ¿para qué abrir el juego con Blanco si su enganche será Franco? Los españoles le llaman Catemoc a Cuauhtémoc, nuestra seriedad con las haches y nuestras raíces, les vale gorro: Catemoc la pasa a Franco. Carajo.

No es que Franco sea culpable, eso no existe en un juego donde participan once, lo que pasa es que Guille no pasó balones, más bien los perdió, no tuvo filo a la hora de entrar al área, no corrió, saltó mal y perdió al menos una gran oportunidad de gol. Carajo. No entendí por qué Aguirre sostuvo en su puesto a Franco. El impresentable primer tiempo azteca (oh) terminó así: en el minuto 42, Luis Suárez remató de cabeza en el área mexicana a pase de Cavani. Por cierto, la defensa mexicana tuvo la resistencia del malvavisco. Uno a cero el resto del partido. Aunque la selección perdió, el equipo de la necedad de Aguirre pasó a octavos pues acopió cuatro puntos, igual que los Bafana Bafana, pero con mejor diferencia de goleo que Sudáfrica que venció a los franceses dos a uno. Las decisiones de Robespierre van a ser una sonsera comparadas con las de los directivos franceses. El vestidor francés estalló en pedazos y ni Sartre hubiera podido evitarlo.

Si el equipo estaba raro en el primer tiempo, en el segundo se volvió un monstruo incomprensible. Aguirre retiró a Catemoc y le ordenó al Chícharo que saltara a la cancha. A Israel Castro lo mandó a la cancha por Andrés Guardado y retrasó a Rafael Márquez a la central. El equipo deambuló como un ciego por el campo. Ocurrió lo que nadie quería que pasara, México jugará contra Argentina y la mejor delantera del torneo mundialista. Carajo.

Ya dijimos que todo se repite. No quisiera ser pesimista, pero más nos vale olvidarnos del futuro en Sudáfrica 2010. Au revoir.

He escrito aquí y allá que los mexicanos que seguimos a la selección mexicana de futbol somos aficionados a la infelicidad. Lo sostengo. Tenemos una especie de patológica inclinación al diván. Apenas ayer tuve un ataque de optimismo que ha sido castigado con un ataque de realidad. Cierto, la realidad cura casi todos los sueños. La verdad, no creo que la selección nacional pueda imponerse a la selección de Argentina y sus astros. Todo estaba puesto para que el equipo nacional evitara a Argentina, pero los franceses hicieron su trabajo infame: dinamitaron la Bastilla. C’est la vie.

rafaelperezgay@gmail.com