Cómo destruir una bandera de México

Cómo destruir una bandera de México
Por:
  • guillermoh-columnista

Cada mes de septiembre cuelgo una bandera del balcón de mi casa. Lo mismo hace la mayoría de mis vecinos –mi calle debe ser una de las más nacionalistas de la ciudad–. Este año, el entusiasmo por las Fiestas Patrias hizo que se izaran enseñas más grandes y más bonitas que en ocasiones anteriores. La comparación, que es la madre de la envidia y de otras calamidades, me hizo ver a mi bandera muy pequeña, vieja y sucia. “¡El año que viene pongo una nueva!” –me prometí a mi mismo.

Ayer descolgué mi bandera y constaté que, en efecto, se le nota triste, arrugada y percudida. No ha peleado batallas, pero ha sufrido el inexorable paso del tiempo. Decidí depositarla en la basura. Antes de hacerlo, se lo comenté a mi mujer. Ella me miró preocupada, con sus grandes ojos verdes. “No puedes hacerlo” –me advirtió–; “eso sería un delito”.

Fanny conoce al dedillo la Ley sobre la Bandera, el Escudo y el Himno Nacionales y con esa memoria que nunca deja de asombrarme, me citó el artículo 54bis de dicha normativa, que dice así:

ARTÍCULO 54 Bis.- Cuando se requiera destruir alguna réplica de la Bandera Nacional, se hará mediante la incineración, en acto respetuoso y solemne, de conformidad con las especificaciones que el reglamento correspondiente determine.

Este artículo me pareció, de inmediato, de una justicia absoluta. Me sentí arrepentido de haber planeado tirar la bandera tricolor en el cesto de la basura, junto a las cáscaras de plátano y los cascarones de huevo. ¡No, señor! Ahora sí respetaré la ley al pie de la letra. Quemaré la bandera amorosamente hasta que quede reducida a las más finas cenizas y lo haré en un acto digno de ser descrito por terceros como “respetuoso y solemne”.

Esperaré a que acabe la temporada de lluvias para que un chubasco no frustre la noble cremación. Además, quiero disponer de tiempo para organizar una hermosa y emotiva ceremonia. Le pedí a mis hijos que estuvieran presentes, pero ellos no mostraron demasiado entusiasmo. ¡No me importa! Aunque nadie me acompañe, yo encenderé la fogata con dignidad. He pensado que la música de fondo podría ser la Sinfonía India, de Carlos Chávez.

Estimado lector, si usted no conoce la Ley sobre la Bandera, el Escudo y el Himno Nacionales, le recomiendo que la busque y la conozca. Hay en ella aspectos de sumo interés que tocan fibras profundas sobre nuestra nacionalidad; algunas de ellas quizá poco meditadas por el grueso de la población.

Por ejemplo, el artículo 56, inciso VII, indica que portar la banda presidencial constituye una infracción. ¡Yo no lo sabía! La próxima vez que salga a la calle con mi banda presidencial en el pecho, la ocultaré debajo de la ropa, para evitar la sanción correspondiente.