¿Cómo entrar en otra cultura?

¿Cómo entrar en otra cultura?
Por:
  • guillermoh-columnista

En los años 80 del siglo anterior, el artículo de Donald Davidson, On the very idea of a conceptual scheme suscitó una intensa discusión filosófica. Davidson sostenía, en contra del relativismo más extremo, que no hay dos esquemas conceptuales tan distintos que no puedan imbricarse. Para ponerlo de otra manera, no hay, afirmaba el filósofo estadounidense, dos lenguajes intraducibles entre sí.

El sinólogo y filósofo francés François Jullien ha escrito más de 20 libros acerca de la diferencia radical entre el pensamiento occidental y el chino (muchos de esos títulos se consiguen en español). En su libro Entrer dans une pensée, ou Des posibles de l’esprit (Paris, Gallimard, 2012), Jullien hace la pregunta de cómo se puede entrar en otra forma de pensar.

Jullien no sostiene que el chino sea intraducible, pero sí considera que es extraordinariamente difícil de trasladar a un idioma indoeuropeo. La lengua china, nos recuerda el autor, es ideográfica, no fonética. El chino no tiene un alfabeto con el que se formen las palabras, sino que está compuesto de miles y miles de ideogramas, cuyos significados tienen que memorizarse. En el chino no hay oraciones. No hay sujeto, verbo y complemento. No hay una estructura sintáctica semejante a la de los idiomas indoeuropeos.

A partir del estudio de estas diferencias, Jullien ha llegado a la conclusión de que en el pensamiento chino no hay lugar para un concepto de Dios —como el de la Biblia— ni para un concepto del Ser —como el de la filosofía griega—. En Entrer dans une pensée, ou Des posibles de l’esprit, Jullien argumenta que en la cosmovisión china tampoco podemos hablar de un primer comienzo. No hay, por lo mismo, una pregunta acerca de la creación, de qué había antes de ella y de cómo sucedió.

Julián no se opone a que hagamos el esfuerzo de traducir del chino; en lo que insiste es que debemos hacerlo bien. El error más frecuente es el de superponer nuestras propias categorías y, por lo mismo, enterrar las categorías ajenas. Una mala traducción nos aleja más de la comprensión del otro de lo que estábamos antes de que dispusiéramos de ésta.

La traducción requiere salir de nuestra cultura para entrar en una ajena. Pero luego, requiere el movimiento contrario: salir del chino, por ejemplo, y entrar de nuevo al español. El proyecto al que Jullien ha dedicado su vida académica ha sido precisamente ése. Cuando era joven decidió adentrarse en la civilización china para comprender mejor, de vuelta, la civilización grecorromana.

La filosofía occidental supuso que podía pensar “desde ningún lugar”. Esta pretensión fue catastrófica por varias razones. Una de ellas fue la de suponer que la cultura europea, con todo y sus peculiaridades, era equivalente al pensamiento en su forma más pura.

Afuera nunca hay nada, siempre hay algo más, algo distinto; es más, alguien.