Corbyn, ¿antisemita?

Corbyn, ¿antisemita?
Por:
  • gabriel-morales

Jeremy Corbyn trajo de vuelta al partido laborista inglés al juego político. Según las últimas encuestas, Corbyn y May, la primera ministra, están al tú por tú en la competencia por el poder.

Corbyn representa una nueva corriente del partido laborista, similar a la de Bernie Sanders en Estados Unidos. Una izquierda socialista, con un discurso en contra de la desigualdad, y millones de jóvenes que, frustrados por los fracasos del modelo económico conservador, prometen salir a las urnas. A esto se suma el pobre desempeño de May en el proceso para salir de la Unión Europea y las batallas internas en el partido conservador. Casi todas las estrellas parecen haberse alineado para Corbyn; y digo casi, porque una serie de escándalos vinculados con Israel y la comunidad judía amenazan con terminar su futuro político. Corbyn proviene del sector más a la izquierda del Partido Laborista que, históricamente, ha sido crítico del gobierno israelí. Sin embargo, los discursos y acciones de Corbyn vas más allá de una crítica a la ocupación de Cisjordania, hasta el punto que surge la pregunta: ¿es Corbyn un antisemita? Para tratar de contestar esta pregunta es importante entender que criticar al gobierno israelí, por más fuerte que sea la crítica, no te convierte en un antisemita; lo que te convierte en antisemita es, en primer lugar, cuestionar la existencia del Estado de Israel y, en segundo lugar, cuando la crítica hacia Israel se extiende hacia comunidades judías fuera de Israel. Las revelaciones de las últimas semanas apuntan en ambas direcciones. El primer escándalo fue la revelación de que Corbyn puso una corona de flores en Túnez, en un cementerio donde, además de estar enterrados militantes palestinos, se encuentran algunos de los cuerpos de los terroristas que perpetraron el ataque a los deportistas israelíes en las olimpiadas de Múnich. A pesar de que Corbyn tratara de deslindarse, diciendo que no asistió explícitamente a rendir tributo a estos asesinos, es difícil pensar que sus asesores, o él mismo, no tuvieran esta información. El segundo escándalo es mucho más claro. Durante una conferencia que organizó el Centro para el Retorno Palestino en 2013, Corbyn criticó a los “sionistas en la audiencia”, diciendo que “no quieren aprender historia” y que “a pesar de haber vivido muchos años en el país, no entienden la ironía inglesa”. Las declaraciones son un escándalo por dos razones: primero porque Corbyn confluye los términos sionista y judío, y segundo, y mucho más grave, porque al decir “a pesar de haber vivido muchos años en el país” Corbyn está diciendo, implícitamente, que los judíos ingleses no son de verdad ingleses, viven en el país de prestado y, peor aún, ¡no aprenden! Hasta los defensores más férreos de Corbyn han sido incapaces de defender al líder inglés, quien sufre, como mucha de la izquierda europea, de un sesgo antisemita que se mezcla con su crítica a la ocupación israelí. Es difícil decir que Corbyn, el individuo, es antisemita; de esto cabe duda. De lo que no cabe duda, es que sus declaraciones y acciones son de corte antisemita y que, si no toma medidas al respecto, éstas podrán poner fin a su luna de miel.