Crónica de un retiro anunciado

Crónica de un retiro anunciado
Por:
  • larazon

Mónica Garza

Hace dos años coincidí por primera vez con la boxeadora Jackie Nava. Ella ya era “la princesa Azteca”, “la mujer más temida en el ring” y tantos otros motes que acompañan a esta peleadora implacable. Aquel primer encuentro lo recuerdo como interesantísimo, porque al ir escarbando en su historia a través de sus propias anécdotas descubrí que abajo del ring, en ella

—como dice el refrán— “nada es lo que parece”.

“A mí lo que me gusta hacer arriba del ring es dominar la pelea. Yo siento que no soy muy salvaje. A veces me regañan en mi esquina porque las tengo y las dejo vivir… No me enojo, al contrario, trato de disfrutar lo que hago”.

Así se describe Jackie Nava, quien tiene indudablemente una personalidad de contrastes. Fuera del cuadrilátero no es una mujer ruda, es tímida, muy disciplinada, pero también —y por increíble que parezca— muy dependiente del apoyo y aprobación de su marido.

La historia de esta mujer tijuanense no es muy diferente de la de los grandes boxeadores que iniciaron su carrera con hambre y dolorosas pérdidas.

Es la mayor de cuatro hermanas de las que se sintió responsable cuando su padre murió de cáncer sin dejarles nada. Jackie era todavía muy joven, ya entrenaba en un gimnasio de deportes de contacto, a la vez que estudiaba la carrera de arquitectura gracias a una beca, y cuyos materiales de práctica pagaba con el sueldo que ganaba los fines de semana trabajando de mesera en un restaurante de Rosarito y luego de cajera en la tienda de conveniencia de una gasolinera.

Su gran golpe de suerte llegó en 2004 cuando el campeón mundial de peso superpluma, Erik “el Terrible” Morales la descubrió y la tomó como su pupila. Ese año Nava se coronó como la nueva campeona nacional de los pesos súper gallo y su historia despegó.

Hace dos años, la boxeadora de entonces 32 años me dijo que no pensaba permanecer boxeando más allá de los 35, incluso que interrumpiría su carrera antes si se convertía en madre, lo que ocurrió en mayo del 2013.

Esta semana la encontré en los pasillos de TV Azteca, y como en mis viejos tiempos de reportera, sin decir “agua va” la abordé para recordarle aquella promesa, por lo visto

olvidada...

M.¿Tu regreso fue por pasión o también por dinero?

J. Primero fue como un reto propio, en cuanto a que quiero volver a estar en forma, quiero volver a sentirme bien, conquistar otro título. Si bien el dinero es importante, también pensé en mi hija. Si hago tres o cuatro peleas bien aprovechadas, puede haber algo bueno para ella en un futuro.

Mi hija me dio más fuerza para seguir todavía en el deporte. Creo que le dio una vuelta a mi vida. Me dio más confianza en lo que hago. Mi cuerpo respondió más, mi mente también, me siento mucho más segura arriba

del ring

M. ¿Podemos decir que regresaste para preparar un retiro más digno?

J. Puede ser, mira que no lo había visto de esa forma. Pero yo realmente ya no voy a durar más de dos años peleando. No he pensado exactamente la fecha pero yo quiero aprovechar ahorita el momento.

M. Boxear implica un riesgo siempre, que quizá deberías considerar teniendo una hija tan chiquita.

J. No pienso en que vaya a pasar algo malo o en los riesgos del boxeo. Los entrenamientos son muy duros y voy con esa confianza de que voy a salir bien. Si va a pasar algo arriba del ring, yo me voy a ir dando cuenta. Y mira que mi hija está primero y si hay que dejarlo, lo dejo. Primero está ella.

Jackie me confesó que volver a ponerse en forma después de dar a luz no fue fácil para ella. Y es que esta impresionante peleadora tiene una larga y no muy ventilada historia de lucha contra el sobrepeso.

Pero una vez más lo logró, y la semana pasada consiguió unificar los títulos mundiales del CMB y la AMB. De esas cosas que sólo logran con disciplina férrea esos seres extraordinarios que son capaces de llevar una pasión hasta niveles insospechados. Sin duda Jackie Nava es uno de ellos.

monica.garza@razon.mx

Twitter: @monicagarzag