Cuando la reelección no es noticia

Cuando la reelección no es noticia
Por:
  • rafaelr-columnista

En unos días Daniel Ortega será reelegido como presidente de Nicaragua. El hecho no es noticia o lo es antes de que suceda porque Ortega va a la contienda sin candidaturas opositoras de peso. Será la séptima vez que el ex comandante sandinista se presenta a una elecciones presidenciales en Nicaragua, la cuarta que gana y su tercer gobierno consecutivo, en lo que va del presente siglo, que lo mantendrá al mando del país centroamericano hasta el año 2021.

Ortega lleva como candidata a la vicepresidencia a su esposa Rosario Murillo, que es una suerte de ministro sin cartera del actual gabinete. La oposición y la prensa independiente de Nicaragua han denunciado reiteradamente la desaforada acumulación de poder económico y político en manos de Murillo, en los últimos años. Desde la condición de vocera del gobierno, la esposa del mandatario ha creado un aparato comunicacional y de cabildeo que le asegura una enorme ascendencia sobre el partido oficial, el Frente Sandinista.

Ortega llega a las elecciones con su esposa como compañera de fórmula y una oposición descabezada. Apenas comenzaba la campaña, la representación legal del Partido Liberal Independiente, la principal fuerza opositora, fue suspendida por la Corte Suprema de Nicaragua. Poco después, 28 diputados de ese partido fueron destituidos de la Asamblea Nacional, en una maniobra de control del poder legislativo muy parecida a las que se acostumbran en otros autoritarismos del siglo XXI, como el ruso o el venezolano.

Ortega pertenece a un tipo de político latinoamericano, formado bajo el modelo de liderazgo de Fidel Castro o Hugo Chávez, que entiende el poder como adicción. Quince, veinte o treinta años de gobierno consecutivo son pocos en esa idea de la política. Y si es preciso el retiro, en algún momento, mejor tener garantizada una vía cercana o dinástica de sucesión. Pocos ponen en duda que Murillo sería la eventual candidata presidencial del sandinismo dentro de cinco años.

El autoritarismo sandinista no necesita ser competitivo, como el de Chávez o Putin. No se arriesga tanto. De ahí que antes de la reelección, que en Nicaragua es indefinida desde 2014, el gobierno se haya asegurado de mermar la capacidad legislativa y judicial de la oposición. Ortega y Murillo no sólo controlan la Asamblea y la Corte Suprema de la nación centroamericana, también el Consejo Supremo Electoral (CSE), la institución que conducirá el proceso el próximo fin de semana.

El CSE está compuesto por diez magistrados, siete son sandinistas y partidarios de Ortega y Murillo, dos pertenecen al Partido Liberal Constitucionalista del ex presidente Arnoldo Alemán, que pactó desde hace años una alianza con el partido oficial, y uno, el presidente Roberto José Rivas Reyes, originalmente fue propuesto por la Iglesia, pero está obligado a responder a la mayoría oficialista. En la Nicaragua de Daniel Ortega, como en el México de Porfirio Díaz: la reelección no es noticia.

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