Curas alarmados

Curas alarmados
Por:
  • larazon

Gil Gamés

La Arquidiócesis Primada de México culpó al PRD de la Ciudad de México de querer “embelesar a una sociedad madura haciéndole creer que puede vivir con drogas”. Embelesar, gran palabra. En un artículo publicado en la vocería católica Desde la fe, titulado “Narcocultura de la izquierda”, los curas han expuesto que la legalización de la mariguana es el fomento de la narcocultura “donde lo ilícito es permitido”.

Que Gil sepa, la Ciudad y el país “viven con drogas” desde hace muchos años, a un precio altísimo por cierto, con una sobredosis de muertos y un exceso de violencia por las diversas políticas prohibicionistas cuyo resultado ha sido una catástrofe para México, pero los curas, Calderón, Liópez, funcionarios conspicuos del gobierno de Peña Nieto, muchos empresarios, no pocos legisladores, coinciden en que prohibir y perseguir el trasiego y el consumo es el camino. Ninguno de estos actores se detiene a pensar que se trata del camino de la violencia y de la muerte. ¿Gil está a favor de la despenalización de todas y cada una de las drogas? Sin sombra de duda (las sombras y las dudas siempre van muy juntas). ¿Las drogas destruyen? Sí, pero no más, más bien menos, que el alcohol, que se compra en almacenes de reconocido prestigio, las harinas blancas de la diabetes, las gaseosas del mal, el tabaco, que puede comprarse en la esquina.

Muchos actores de la vida pública, incluso actores de la vida privada, se comportan como curas alarmados de la Arquidiócesis. Oh, sí. Pregunta: ¿Gamés es un mariguano, un cocainómano, un heroinómano? No, pero sostiene que el alcohol y la droga pueden atraer momentos magníficos, dichosos incluso y, sobre todo, defiende el hecho probado de que la persecución ocasiona muertos, más delitos del que persigue originalmente, más dinero del que le cuesta al gobierno atender a algunos drogadictos curables o incurables. Y si además se mete en este costal a la mariguana, una droga casi inocua, el asunto es para convertirse en Norberto Rivera, o Liópez, usted elija.

Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: desde que el hombre existe ha buscado estados alterados de la conciencia. Gil lo pone así: ¿no les hace pensar en algo el hecho de que los curas se alarman cuando se habla de despenalizar la mariguana?

Oigan al cura: “el PRD engaña a los ciudadanos de la capital del país soltando a un lobo bajo la zalea de una tierna oveja; es la cultura de la muerte que amenaza con superar el aprecio de la vida aunque se quiera tapar el sol con un dedo”. Gil no tiene las cifras: ¿cuántas personas han muerto por accidentes y delitos relacionados con la mariguana? Y ¿cuántas han muerto por accidentes y delitos relacionados con el alcohol? Que alguien le diga a Gamés, aunque venga con la zalea de oveja. ¿Que prohíban entonces y de nuevo el alcohol?

Gamés es corto de entendederas, pero se da cuenta de que la estela de muerte que Guzmán Loera ha dejado a su paso por las fugas de su historia criminal, comprueba que la prohibición conviene y fortalece al narcotráfico. ¿Cómo ven a Gil en encendida defensa de la despenalización?

Así las casas (muletilla inmobiliaria), quienes defienden a pie juntillas la prohibición se emparentan con la Arquidiócesis, y la Arquidiócesis busca una raíz semejante con quienes se alarman cuando se habla de regular la droga y sus consumos. ¿Cómo la ven? Sin albur.

La máxima de Sartre espetó dentro del ático: “Mi libertad termina donde empieza la de los demás”.

Gil s’en va

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