Desaliento de Krauze

Desaliento de Krauze
Por:
  • mauricioi-columnista

En noviembre de 1983 un joven historiador publicó un ensayo sobre la necesidad de democratización del país. Siguiendo las ideas de Cosío Villegas, Enrique Krauze realizó una revisión de la historia de México durante los siglos XIX y XX para apoyar su afirmación de que en nuestro país la democracia tenía su origen en los agravios.

Escrito a inicios de la administración de Miguel de la Madrid, proponía la liberalización del sistema político como consecuencia del agravio representado por la irresponsabilidad con la que el gobierno de López Portillo había administrado la riqueza petrolera.

“Por una democracia sin adjetivos” convirtió a Enrique Krauze al paso del tiempo en una de las voces más identificadas con la superación de los rasgos autoritarios de nuestro ogro filantrópico. La relectura de ese trabajo, aparecido originalmente en Vuelta, es pertinente, pues en el número más reciente de Letras Libres, el mismo Krauze publica el ensayo “Desaliento de México”, en el que constata la existencia de un contraste entre las expectativas creadas por la alternancia en el año 2000 con el desánimo prevaleciente en importantes sectores de la sociedad.

Desde la perspectiva actual es posible constatar que el historiador tuvo aciertos y errores respecto al futuro del país. Mientras en el primer ensayo señala que la Federación estrangulaba a los estados, en el segundo constata que, una vez eliminada la figura del presidente imperial, los gobiernos de las entidades federativas se sintieron libres de manejar los recursos públicos sin rendir cuentas. Tocante a la corrupción, en 1983 la consideraba como la piedra de toque del sistema, si bien postulaba que la democratización actuaría como vacuna para combatirla. Ante la realidad actual no tiene más remedio que aceptar que, a partir de los años de la alternancia, el nivel de corrupción se ha acentuado y generalizado en los diferentes ámbitos. Reconociendo que se había pensado que la democracia traería consigo una era de paz, justicia y prosperidad, afirma que en vez de eso tenemos un espacio turbio, inseguro, violento, con zonas de enorme pobreza y desigualdad.

A riesgo de simplificar, en tanto que en el primer ensayo su visión de la democracia tiende al optimismo, la actual se inclina al desencanto. En lo general Krauze evita caer en simplificaciones. No obstante, hay un par de afirmaciones en su análisis reciente que amerita clarificación. La primera es la que señala que la construcción de un genuino Estado de Derecho es una misión para las jóvenes generaciones. No comparto la idea de que los valores democráticos sean patrimonio generacional: hay jóvenes autoritarios como viejos demócratas. La segunda es la que atribuye la corrupción como modus operandi del PRI, ejemplificando con los gobiernos de Coahuila y Nuevo León. Convencido de que la corrupción trasciende afiliaciones partidistas, eché de menos alguna mención a las gestiones de gobiernos panistas como Jalisco o Sonora, así como de perredistas en Baja California Sur y Michoacán. En cualquier caso la discusión sobre nuestra democracia es urgente e indispensable.

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