Desgaste anticipado

Desgaste anticipado
Por:
  • javier_solorzano_zinser

El ejercicio del poder tiene como condición, en la mayoría de los casos, el desgaste. Bajo la máxima de que quien expone se expone, es difícil evitar los innumerables problemas que derivan de la gobernabilidad.

No hay cómo darle gusto a todos, están los que aceptan y se suman, y los que de plano se oponen. No hay gobernabilidad perfecta y no hay gobierno que con sus acciones no provoque reacciones con sus actos.

Lo que es de atender es que una cosa es el desgaste por ejercer el poder y otra es tenerlo ante la inminencia de ejercerlo, como le está pasando al futuro gobierno.

Por las razones que se quiera, estamos entre la civilidad política y quizá también en terrenos de conveniencias mutuas. López Obrador ha empezado a ejercer parte del poder sin tenerlo legalmente.

Es un escenario inédito. Ni en los tiempos del PRI y su carro completo se había presentado una transición en que el candidato ganador y el futuro gobierno adquiriera tanta atención y presencia, como está sucediendo ahora. No hay antecedentes, todo está siendo nuevo y en muchos sentidos todas las cosas tienen una dinámica inesperada, la cual por momentos es difícil de leer y entender.

Al nuevo gobierno le han abierto todas las puertas, lo que lo ha colocado en una posición de privilegio antes de tener la gobernabilidad plena. Tiene las llaves de casi todo y sólo falta que le den las de la puerta central.

La posición de privilegio le ha traído al nuevo gobierno buenas y malas noticias. Lo positivo está a la vista. Va a entrar sin necesidad de hacer muchos movimientos para que sus funcionarios tomen posesión y se acomoden en sus cargos.

La mayoría de ellas y ellos virtualmente ya están sentados en sus próximas oficinas. En otros tiempos, el proceso de entrega de oficinas y cambio de funcionarios se daba a partir de la toma de posesión del nuevo Presidente.

El gabinete se conocía dos o tres días antes. Los cambios se llevaban su tiempo para instrumentarse, espacio en el que los nuevos funcionarios conocían sus oficinas, se cumplían los requisitos de rigor y les daban las llaves.

El proceso de cambio no va a quitar tiempo, lo cual será muy favorable para que formalmente se pueda ejercer el poder desde el primer minuto. A esto se suma que López Obrador decidió, desde hace un buen tiempo, quiénes integrarían su equipo. Suponemos que esto debe ser ocasión para que todos ya hayan hecho algunas de sus tareas y que no empiecen de cero.

Éste es el lado positivo de lo que ha vivido el futuro gobierno. Lo riesgoso e inquietante ha sido que a lo largo de estos, apenas dos meses, ha entrado en un proceso de desgaste, impulsivo y de ansiedad, que no le viene nada bien.

Le están empezando a cobrar facturas, algunas evitables, por su intento, a veces descontrolado y atrabancando, por ejercer el poder. El Presidente electo por momentos sigue actuando como el candidato contestatario que hemos visto durante años. Igual está pasando en el Congreso, sobre todo en la Cámara de Diputados.

El nuevo gobierno se está exponiendo gratuitamente y se está llevando críticas sin estar ejerciendo el poder real. A menudo cae en contradicciones; está moviéndose por los delicados caminos de “lo que quise decir”,  lo que provoca una perspectiva inquietante sobre lo que podría ser el futuro gobierno.

El proceso de pasar de oposición a gobierno obliga a entender los tiempos que le toca vivir y que se ha ganado en las urnas. Los discursos incendiarios y la idea de que nada sirve y que a partir de su llegada debe empezar todo, no sirve, porque además no es cierta.

Mesura y como dicen, serénense, ya les falta poco.

RESQUICIOS.

El de ayer fue un día difícil para los que vivimos el temblor en todo el país. Revivimos y sentimos la tragedia colectivamente. Se agolparon los momentos de impotencia, temor y hasta rabia. Nos decía uno de los muchos damnificados, Marco Antonio Gaxiola: después de que suene  la alerta sísmica me “tendré que echar un tequila”… pues sí.