Desigualdad educativa

Desigualdad educativa
Por:
  • rodolfoh-columnista

Recientemente escribía en este espacio sobre la enorme deuda que en materia educativa han dejado los sucesivos gobiernos de izquierda en la ciudad. Es un saldo negativo, porque para ellos, una sociedad mejor instruida no es prioridad; por el contrario, parece que les estorba.

Demuestran siempre una desviación perversa, una preferencia perturbadora, hacia la educación media y superior, por encima de la básica. Los niños no son importantes para ellos porque no votan, porque no pueden ser cooptados políticamente. De ahí que todas sus baterías las enfoquen, aunque con la mira torcida, hacia los jóvenes.

De entrada, la creación de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) puede no parecer una mala idea, ya que se podría pensar que vino a resolver el problema de falta de espacios en las instituciones públicas. No consideran, desde luego, el tema del mérito académico; para ellos, el ingreso a las mismas es un derecho, sin importar el esfuerzo y las aptitudes.

Sin embargo, ya viendo a detalle las credenciales de los alumnos y los conocimientos con los que se gradúan del bachillerato, es fácil darse cuenta que la UACM ha sido un experimento fallido porque no va al fondo del problema. Es por demás evidente el bajísimo nivel en lectoescritura y matemáticas con el que salen los chicos de la preparatoria. Deficiencias que vienen arrastrando desde la primaria y la secundaria.

Sin embargo, lejos de buscar una solución a esto, por la vía de una asociación con la SEP, la UNAM y el Poli, para invertir en zanjar esas desventajas, deciden mejor crear un “nuevo modelo”, hecho a la medida de la mediocridad. Pero resulta que ese nuevo modelo cuesta 1,200 millones al año para darle educación universitaria a tan solo 10 mil alumnos.

Esto quiere decir que cada alumno cuesta a los contribuyentes 120 mil pesos al año. Si comparamos esto con lo que sale una universidad privada en forma, digamos la UVM, cuya colegiatura promedio es de 86 mil pesos anuales, concluimos que algo anda mal.

La diferencia para los que desprecian el dinero público puede que no sea mucha; pero las disparidades en la calidad de los estudios es infinita entre una y otra institución. No solamente por las evidentes diferencias entre la estructura educativa (aulas, laboratorios, bibliotecas, instalaciones deportivas), sino por los planes y programas de estudio.

La UACM está hecha para recibir estudiantes mediocres y eso pudiera no ser tan malo; lo dramático es que no se avocan a sacarlos de su miseria. Lo más sabio hubiera sido invertir el dinero público en preparar mejor a los bachilleres y, a la par, entregarles bonos o becas para su ingreso a una universidad privada (o bien, apoyos económicos a quienes lograran ingresar a una pública).

Como se puede ver, la izquierda no piensa en cerrar la brecha de la desigualdad entre un estudiante cuyos padres le pudieron pagar una buena educación y otro que tuvo que acudir a nuestra deficiente escuela pública. Esa es la izquierda gobernante, cuyo horizonte de pensamiento no va más allá de la urna electoral.