Día Mundial para la Prevención del Suicidio

Día Mundial para la Prevención del Suicidio
Por:
  • yolanda_pica

Ciudad de México, 1998, estoy esperando la llegada de mi paciente Javier (30 años) a su terapia. Dos horas después llamo a su padre para avisarle que su hijo no llegó a la cita. Empieza la angustia en su familia y la preocupación en mí.

Lo conocí seis meses antes, cuando me pidieron una interconsulta en el hospital psiquiátrico donde se encontraba, por un grave intento suicida. Por muchas razones acordamos que yo lo tratara. Era un joven que sufría mucho. Pertenecía a una familia de exitosos constructores; él empezó un negocio por su cuenta y pronto logró una fortuna personal, se comprometió con su novia, todo parecía perfecto, hasta que descubrió que su socio había cometido un fraude; en meses perdió todo, incluyendo que enfrentó un proceso legal; su familia lo apoyó. Cayó en ruina personal, la novia rompió su compromiso y Javier desarrolló una depresión mayor que incluía un delirio de paranoia, en el que sus socios querían matarlo a él o a sus hermanos. Se empezó a aislar y a fingir que se suicidaba, lo hacía con la ventana abierta, para que sus supuestos enemigos “vieran que ya se había muerto”.

Yo fui su quinta psiquiatra, sufría gran desesperanza; hablaba de él mismo con una vergüenza y como una carga para su familia, con la que yo trabajaba en equipo para lograr que se curara.

Mi trabajo era intenso, tratando de ayudarlo a encontrar nuevas maneras de disfrutar la vida, ante las ideas que yo le proponía él me respondía “y para qué…”. El día que faltó a su consulta decidió poner fin a su vida.

De acuerdo con la Organización Mundial de Salud (OMS), el suicidio es la principal causa de muerte en el mundo con un deceso cada 40 segundos. Esta cifra supera el número de muertes por homicidio y guerra combinados.

El Dr. Eric Plakun, director de Austen Riggs Center en Stockbridge, Massachusetts, una institución que se dedica a prevenir el suicidio, afirma que todos los que nos dedicamos a la salud mental nos dividimos en dos grupos: “los que ya hemos vivido el suicidio de un paciente y los que están por vivirlo”. A partir de esta sentencia los profesionales de la salud mental enfrentamos la enorme responsabilidad de poner todos los recursos que la ciencia nos proporciona para evitar este trágico fin.

En 1942, el filósofo argelino-francés Albert Camus (Nobel de Literatura), publicó un ensayo llamado El mito de Sísifo, basado en la mitología griega, donde discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida.

El rey Sísifo hizo enfadar a los dioses y lo castigaron con la condena de perder la vista y empujar perpetuamente un peñasco gigante, montaña arriba, hasta la cima, sólo para que éste volviera a caer rodando hasta el valle, desde donde debía recogerlo y empujarlo nuevamente hasta la cumbre; y así indefinidamente. Camus utiliza el mito como una metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre y desarrolla la idea de la “eterna vivacidad” para enfrentar el “absurdo”; escribe en su ensayo que Sísifo, a pesar de ser ciego, sabía que las vistas del paisaje estaban ahí y debía encontrarlo edificante: “uno debe imaginar feliz a Sísifo”. A partir de este mito se forma una metáfora, describiendo todo lo que abruma a los hombres hoy día, las pruebas que nos pone la vida y estar dispuestos a superarlas, sabiendo que somos los únicos que podemos hacerlo.

Lo que el filósofo propone es que el esfuerzo mismo para llegar a la cima basta para llenar el corazón del hombre además de aceptar que la vida es absurda pero aún así vivirla con alegría, con entusiasmo, con pasión, creando arte, siendo hombres y mujeres libres y todo esto sabiendo que nada de lo que hagamos tiene alguna trascendencia. La alegría y la pasión de vivir deben ser los signos de rebelión contra el absurdo.

En palabras de Camus: “sigo suponiendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero sé que hay algo en él que sí tiene sentido, y es el hombre ante su prójimo. Porque ese encuentro le da sentido a todo”.