Discurso contra la ley de la selva

Discurso contra la ley de la selva
Por:
  • guillermoh-columnista

Los seres humanos somos animales, como los elefantes, los ratones y las pulgas. Estamos hechos de la misma materia orgánica que ellos y estamos sujetos a las mismas leyes de la naturaleza que determinan su nacimiento, crecimiento, reproducción, envejecimiento y muerte.

Sin embargo, desde que los seres humanos adquirimos conciencia, nos dimos cuenta de que no somos animales comunes y corrientes. Entre nosotros y ellos hay un escalón que nos coloca en reinos distintos.

Una manera en la que podemos explicar esa diferencia consiste en considerar el concepto –elusivo pero revelador– de la ley de la selva.

 

“Así como nosotros, pequeños primates sin pelo, logramos emanciparnos de la ley de la selva, me gustaría imaginar que la naturaleza entera está esperando ser redimida. La responsabilidad que tenemos los humanos con la naturaleza es velar por ella”

 

Como ya dije, todos los animales estamos sujetos a los dictados de las leyes de la naturaleza. La ley de la selva, sin embargo, se trata de una legislación adyacente de la que hemos decidido emanciparnos.

A diferencia de los demás animales, los seres humanos no reconocemos esa ley como nuestra. Nosotros hemos adoptado otra normativa que rige nuestra conducta, inspira nuestros actos y da sentido a nuestras vidas: la ley moral.

Nos hemos hecho súbditos voluntarios de esa otra ley porque la de la selva nos parece inaceptable. El fundamento de nuestra dignidad en tanto que seres humanos, consiste en habernos liberado de la ley de la selva para abrazar la ley moral.

Lo anterior, sin embargo, no significa, por supuesto, que hayamos sido capaces de eliminar por completo las fuerzas que nos empujan de vuelta hacia los dictados de la ley de la selva. Hay un animal dentro de cada uno de nosotros que nos incita a cometer actos que para los animales son válidos, pero que para nosotros son aborrecibles.

[caption id="attachment_805988" align="aligncenter" width="888"] La balanza de la justicia forma parte de la ley moral humana.[/caption]

Podemos dar multitud de ejemplos de las atrocidades de la ley de la selva.

Los leones que ganan el control de una manada sacrifican sin piedad a los cachorros más pequeños. Esto provoca que las hembras entren en celo. De esa manera, los machos pueden preñarlas. La ley de la selva permite ese acto brutal, pero nosotros, los humanos, no podríamos aceptar algo así entre nosotros.

¿Quién es el malvado legislador que redactó esa ley? ¿En qué momento el asesinato de un inocente se convirtió en algo justificable? Lo que vale para las bestias no vale para nosotros. Ni ayer, ni hoy ni nunca podemos permitir algo así.

Consideremos otros dos ejemplos de sucesos consentidos por la ley de la selva, que para nosotros son inaceptables: el incesto y el canibalismo.

La ley moral nos empuja a combatir, donde quiera que los veamos, esos actos de brutalidad. Tal fue uno de los principios válidos que justificaron la conquista de América. Ningún régimen de gobierno que tolere el canibalismo –no importa qué forma ritual adquiera– puede ser legítimo. Y lo mismo podría decirse del incesto. Es obligación de cualquier ser humano combatirlo en cualquier lugar y en cualquier momento.

Quien adopta la ley moral no puede tolerar que la ley de la selva siga imperando en algún sitio. Por eso, soy de la opinión de que, si pudiéramos, los humanos rescataríamos a todos los seres vivos de esa ley maldita.

Lo hemos hecho, en alguna medida, con nuestras mascotas, por ejemplo, con los perros.

¿O no será, acaso, que los canes vieron a la distancia que nosotros, los humanos, habíamos logrado escapar de la ley de la selva y quisieron arrimarse para que los salváramos?

Así como nosotros, pequeños primates sin pelo, logramos emanciparnos de la ley de la selva, para encontrar en la ley del amor, del perdón y del sacrificio nuestro destino, me gustaría imaginar que la naturaleza entera está esperando ser redimida.

 

“Podemos dar multitud de ejemplos de las atrocidades de la ley de la selva; permite ese acto brutal, pero nosotros, los humanos, no podríamos aceptar algo así. Lo que vale para las bestias no vale para nosotros, ni ayer, ni hoy ni nunca podemos permitirlo”

 

La responsabilidad que tenemos los humanos con el resto de la naturaleza consiste en velar por ella –en la medida de nuestras capacidades– desde la perspectiva de la ley moral.

No obstante, es poco lo que podemos hacer ante la fuerza descomunal de los dictados de la ley de la selva. A duras penas podemos combatir esa ley en nuestras propias existencias. La primera batalla en contra de ella sigue estando en nuestras vidas.

El fin de los tiempos debería llevar a la derrota definitiva de la ley de la selva para que reine, por siempre, la ley moral. Si eso no sucediera, el universo entero sería un lamentable desperdicio.