Disonancias

Disonancias
Por:
  • larazon

Cuando la realidad es diferente a las expectativas se produce disonancia (llamada también disonancia cognoscitiva). No es fácil aceptar que no sucedió lo que esperábamos; vivir con la frustración que nos equivocamos produce una tensión y un mal momento. Por supervivencia o por orgullo, tendemos a racionalizar, encontrar de nuevo otro equilibrio con la realidad, la “procesamos” y buscamos una explicación para llegar a convencernos que al final del día no existió tal error, así podría terminar la disonancia.

Es un mecanismo muy humano que psicólogos sociales, historiadores y sociólogos han utilizado cuando estudian comunidades que sufrieron el impacto de otra realidad diferente a la que esperaban. Leon Festinger lo explicó muy bien en el caso de los Testigos de Jehová que habían predicho el fin del mundo para 1810, 1825, 1874 y 1878, etcétera. Nada sucedió y entonces “se acomodaron” a la nueva realidad, no aceptaron el error y al mismo tiempo reforzaron su actitud y la creencia en que el fin del mundo estaba previsto para otra fecha muy cercana…

Nos puede suceder lo mismo cuando vemos que año tras año se desborda el canal de la Compañía, no funciona el drenaje profundo y se inunda buena parte del Valle de México; cuando asumimos que seguimos siendo, en algunos renglones, el mismo país subdesarrollado de hace varios años, que otros países atrasados ahora nos rebasaron, que en la administración pública no bajan a los niveles de corrupción como quisiéramos, que la emigración a Estados Unidos aumenta y que el desempleo crece.

Es difícil no tener disonancia: quisiéramos que la realidad fuera diferente, que hubiese menos gente en pobreza extrema, que los ruleteros prendan sus luces en la noche y respeten los altos, que la clase media hubiese crecido para convertirse en la más grande, que las comunidades indígenas hubiesen prosperado y su poder adquisitivo fuese similar a sus primos indígenas de Canadá, que todos pagáramos impuestos y nuestros adultos mayores pudieran tener jubilaciones como un francés o un belga.

Triste realidad: nada de eso ha sucedido o al menos no en la medida que esperábamos. Entonces aparece un equipo de “agentes sociales” (políticos, periodistas, líderes de grupos, religiosos y algunos funcionarios públicos).

Nos predican en los medios públicos que nos equivocamos en la lectura de la realidad social: lo que pasa es que México sí ha progresado y no estamos tan mal como otros países. Que para los partidos políticos, sus líderes en el poder y en la oposición, no se requiere ninguna gran reforma política ni económica; la única que podría hacerse es la que su partido propone.

¿Qué hacer entonces con nuestra disonancia? ¿Tendremos que racionalizarla y “procesarla” aceptando que no es cierto lo que vemos? ¿La pobreza no es tanta?¿ La falta de acuerdos políticos como se logran otros países sólo es invención de algunos “iluminados?¿El incendio de la guardería en Hermosillo y la violencia que mata a jóvenes en Ciudad Juárez y Torreón fueron sólo casos aislados? ¿En las recientes inundaciones no es justo buscar alguna irresponsabilidad de algún gobernante o funcionario público del presente o pasado?

La próxima campaña televisiva (pagada con nuestros impuestos) podría llevar los siguientes mensajes anti-disonancia: “ Disfruta con intensidad el momento. Este país no tiene problemas. Aquí nos tocó vivir y como México no hay dos. Preocúpate sólo que tus hijos logren una beca y se queden a vivir en el extranjero: así podrán vivir virtualmente por internet su realidad mexicana. No leas mucho. Sobre todo, no pienses mucho. Prepárate a pasar un mes frente a la tele en verano para gozar el mundial…”

¿Disonancias? Eso no existe…

fdm