Dos formas del mal

Dos formas del mal
Por:
  • armando_chaguaceda

Venezuela y México son, en el corazón de Latinoamérica, dos casos terribles de crisis estructurales y profundas de los DH. Una supuestamente “progresista”; la otra etiquetada como “neoliberal”.

Dos formas diferentes del horror, donde las responsabilidades directas de un gobierno autoritario (Venezuela) y de las estructuras y élites de un Estado fracasado (México) se ceban en millones de personas de a pie, hipotecando el futuro de la nación. México se asemeja, en amplias zonas del territorio y la sociedad, a ciertos países africanos, donde impera la “ley” bárbara de capos y bandidos. Venezuela está a medio camino, en cuanto a violaciones de DH se trata, de las dictaduras gorilas sudamericanas y el México del “viejo PRI” de Díaz Ordaz. Grave situación que, de paso, reconocen entes como AI, la CIDH o la ONU; los mismos que acá se pronunciaron por los muertos de Ayotzinapa.

Si bien se trata de dos crisis humanamente devastadoras, desde el punto de vista político, no son comparables. Porque en Venezuela, directamente por la violencia política —y más concretamente por la actuación del Estado— hubo, tan sólo el pasado 2017, 120 días de represión sistemática, que se saldaron con 124 asesinados, casi 2,000 heridos, 5,000 detenciones, más de 600 civiles en tribunales militares, cientos de allanamientos ilegales y denuncias de tortura. Y con los principales líderes opositores presos, exiliados o inhabilitados. En el caso de México, ¿la dirigencia de Morena está ahora en prisión o es procesada? ¿AMLO tiene vetado el acceso a los medios? ¿Su organización está proscrita? ¿El INE ha eliminado su campaña? Es decir: si consideramos la política como un espacio abierto para la resolución pacífica de los conflictos humanos, es evidente que en el México peñista hoy existen mejores oportunidades para enfrentar la crisis de DH, que en la Venezuela madurista. Porque en Venezuela el Estado, ha declarado la guerra a la sociedad, mientras en México, como regla, falla en protegerla.

Escribo todo esto porque asombra que en gente pensante y progresista en este país haya tanta relativización de la tragedia venezolana. Que la equiparen, de modo simplista, con nuestro drama mexicano. Que, incluso, algunos se atrevan —hoy con más sigilo que ayer— a defender a Maduro del “acoso del Imperio”, al tiempo que apoyan el triunfo de Obrador. Con semejantes antecedentes, ¿serán nuestros persecutores si llegase su líder a Los Pinos?

Ah, y antes que salga alguien a recordarme “los muertos por la Guerra de Calderón”, sólo indicaré que, en Venezuela, tan sólo en 2016, murieron 27,000 personas de delincuentes. Hay que alzar la voz por todas las víctimas y entender que el mal adopta muchos ropajes. Que, en dependencia de estos, los modos y oportunidades de combatirlo difieren. Si no lo creen, volvamos al tema a finales de este mismo año y hagamos balance.