Dos mujeres, una lucha

Dos mujeres, una lucha
Por:
  • armando_chaguaceda

La historia humana recoge testimonios de personas que desafían, con sus actos e ideas, a un poder abusivo. Sin recurrir a la violencia, con el ejemplo de su trabajo, a pesar del cansancio, el miedo y la desesperanza que todo gobierno decidido a perpetuarse inocula en su pueblo. Personas que, en cualquier país democrático, serían simplemente ciudadanos activos y legalmente habilitados para contribuir al bien común.

Hoy en Cuba dos mujeres son acosadas por el poder. Sol García Basulto, joven periodista y madre de un niño pequeño, ha sido acusada de “usurpación de capacidad legal” por dedicarse a reflejar en crónicas y coberturas noticiosas la vida cotidiana de los cubanos. A Ana Karina Gálvez, economista y activista comunitaria, le amenazan con prisión domiciliaria y decomiso de vivienda bajo un presunto “delito de evasión fiscal”. Víctimas ambas de procesos donde la mano de la policía política tuerce la ley para acomodarla a los designios gubernamentales.

Ninguna de las dos es guerrillera, paramilitar o terrorista. Sol escribe sus columnas para La Hora de Cuba y 14ymedio desde una ciudad de provincia, hablando sobre el estado de los servicios públicos y las demandas de la gente. Karina elabora, con su equipo del centro Convivencia, propuestas para mejorar la economía y la sociedad cubanas y difundir ideas al ciudadano de a pie. Ambas pueden acomodarse, si el poder quisiera, a una actividad civil sincera, proactiva y no destituyente.

Si el régimen de Raúl Castro, aún sin cambiar su carácter monopartidista, tuviese una real vocación de reforma y modernización, permitiría el desarrollo de iniciativas como las de Sol y Karina. Porque la mediocridad de sus cuadros, la precariedad de sus políticas públicas y el incumplimiento de la ley guardan estrecha relación con el estado de subdesarrollo cívico que lastra y aqueja a la sociedad cubana.

Pero como ese poder ha demostrado que la sensatez no es su fuerte y parece decidido a castigar a las personas convencidas de ofrecer esperanzas frente al desarme nacional, habrá que alzar la voz en solidaridad con Sol y Karina.

Dentro de Cuba, quienes hoy tienen proyectos similares a los de estas valientes mujeres. En México, convoco a voces reconocidas, como Carmen Aristegui, Marta Lamas y Lydia Cacho, a las luchadoras contra el feminicidio y las agresiones a periodistas, a las activistas estudiantiles y las parlamentarias demócratas, a ver en las cubanas como pares amenazadas por ejercer sus derechos. Porque Sol y Karina somos todos. Y, sépanlo bien sus represores, no están solas.