El conservadurismo marca Trump

El conservadurismo marca Trump
Por:
  • rafaelr-columnista

El próximo lunes Donald Trump será formalmente proclamado candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano. La proclamación no es noticia desde que el magnate se quedara solo en la carrera por la nominación y, sobre todo, desde que los máximos líderes de esa institución política, después de múltiples dudas y reservas, le brindaran su apoyo. Lo más grave es que para impulsar a Trump como candidato, el Partido Republicano debe incorporar a su programa algunas ideas del empresario.

Sectores de esa formación política han desconfiado de Trump porque no lo consideran un verdadero conservador. Su larga trayectoria en los círculos mediáticos de Nueva York hace del magnate un personaje más firmemente asociado a la zona liberal de la costa noreste de Estados Unidos. Su amistad con figuras centrales del Partido Demócrata, como los Clinton, es utilizada por el núcleo conservador de los republicanos como una prueba de la espuria identidad partidaria de Trump.

El millonario de Nueva York, sin embargo, tiene en su favor dos cosas muy preciadas en un partido tan debilitado como el republicano. Por un lado, una popularidad puesta a prueba en las elecciones primarias, que puede dispararse aún más si el clima internacional y doméstico sigue, como hasta ahora, favoreciendo la sensación de inseguridad y decadencia de los norteamericanos. En tiempos de Brexit, de masacres de Isis y de violencia racial en Estados Unidos, Trump, parte del problema, es visto por muchos como la solución.

Pero Trump posee otra cosa altamente valorada por un partido que, a pesar de su fragilidad actual, se distingue por un pragmatismo proverbial: dos o tres iniciativas de alto impacto. El muro de 2,000 kilómetros en la frontera con México, que muchos republicanos vieron inicialmente como una medida que complica las relaciones con el vecino del sur, acaba de ser suscrito por la cúpula del partido reunida en Cleveland. Cuando Trump sea confirmado como candidato, el muro fronterizo puede aparecer como la iniciativa icónica de la derecha norteamericana.

La idea del muro es reflejo de una filosofía aislacionista y proteccionista de mayor calado. Sin oponerse totalmente al Tratado Transpacífico (TPP) o al acuerdo de libre comercio con México y Canadá (TLCAN), el partido republicano comienza a acercarse al escepticismo y al rechazo de Trump a la política de libre comercio. El excéntrico empresario no ha vacilado al relacionar el TPP con una estrategia de comercio exterior que favorece el poderío de China, y la pérdida de influencia de Estados Unidos.

En eso —y en otras cosas, como la infantil batalla contra la corrección política, que lo lleva a validar posiciones machistas, racistas y homófobas—, Trump coincide con Vladimir Putin, quien prohíbe que en Moscú se celebre la marcha del orgullo gay pero promueve abiertamente un área de mercado común euroasiático, que excluya a Estados Unidos. No es raro que en lo que va de año Trump y Putin hayan intercambiado varios guiños de complicidad.

rafael.rojas@3.80.3.65