El desafío de Putin

El desafío de Putin
Por:
  • larazon

Bertrand de la Grange

Con su maniobra para arrebatar a Ucrania la provincia de Crimea mediante un referéndum, Vladímir Putin actúa con la frialdad y la destreza que caracterizan a los grandes campeones rusos de ajedrez. Aunque, bien es verdad, el jefe del Kremlin recurre también a las trampas del póquer en esa partida de alto riesgo que amenaza con desatar una grave crisis internacional.

A raíz de la desintegración de la URSS en 1991, la antigua república soviética de Ucrania se ha convertido en un Estado bisagra, donde Europa y Rusia compiten para extender su influencia política. En los últimos meses el pulso entre los incondicionales de Moscú y los partidarios de una asociación con la Unión Europea ha desembocado en violentos enfrentamientos, que han provocado decenas de muertos.

El 27 de febrero, cuatro días después de la ceremonia de clausura de los juegos olímpicos de invierno de Sochi, el presidente Putin ordenó una intervención militar en Crimea bajo el pretexto de proteger a la población de origen ruso, mayoritaria en esa provincia de ucraniana de dos millones de habitantes. No tuvo que mandar muchas tropas, ya que Moscú tiene una importante base naval en Sebastopol, el principal puerto de Crimea sobre el mar Negro. Tampoco hubo combates: la población rusa aplaudió la intervención y los soldados ucranios fueron confinados en sus instalaciones.

Ante la jugada de Putin, que no oculta su ambición de devolver a Rusia su estatus de gran potencia, Estados Unidos y Europa se han limitado a denunciar una flagrante violación del derecho internacional, pero siguen estudiando qué tipo de sanciones piensan aplicar contra Moscú, para obligarle a respetar la soberanía de Ucrania. El Kremlin no parece muy preocupado por las condenas que ha suscitado su actuación. Incluso, el ministro ruso de Exteriores no ha dudado en responsabilizar a la UE: “El conflicto no ha sido originado por Rusia sino por nuestros socios europeos, al proponer la firma de un acuerdo de asociación entre Ucrania y la UE”, ha explicado Serguéi Lavrov a la salida de una reunión con su homólogo estadounidense, John Kerry, el pasado viernes en Londres.

Con esa frase, los rusos trazan una línea roja para recordar que Ucrania pertenece a su zona de influencia, y que no tolerarán la injerencia de la UE. Y, a diferencia de Barack Obama, que renunció a defender el año pasado su propia línea roja sobre el uso de armas químicas en Siria, Vladímir Putin no se deja torcer el brazo tan fácilmente. Lo ha demostrado cuando ordenó una invasión parcial de Georgia en 2008 para afianzar la soberanía de Moscú sobre las regiones de Abjazia y Osetia del Sur. Y también en el caso de Siria, donde ha logrado bloquear todas las iniciativas internacionales para provocar la caída de su aliado Bashar el Assad.

Por el momento, nadie ha logrado pararle los pies al nuevo zar, que mueve sus piezas en el tablero geopolítico con una gran maestría.

Entre sus logros, está la decisión de otorgar el asilo a Edward Snowden, el analista de los servicios secretos estadounidenses que filtró miles de documentos secretos. Con Ucrania, Putin ha tenido varias oportunidades de lucirse. Su primer golpe magistral fue el pasado 9 de noviembre. Mientras Europa celebraba un aniversario más de la caída del muro de Berlín (1989), Putin se reunía en secreto cerca de Moscú con el entonces presidente de Ucrania, Viktor Yanukóvich. Lo convenció de que desistiera del proyecto de asociación con la UE que estaba a punto de firmarse. A cambio, Rusia le ofreció una condonación parcial de su deuda, gigantescos subsidios y garantías de abastecimiento de gas a precios preferentes.

Para frenar la expansión hacia el este del “Occidente decadente” y proteger la cultura rusa, Putin está empeñado en crear una Unión Euroasiática, donde espera congregar de nuevo a las antiguas repúblicas soviéticas bajo el paraguas de Moscú. La idea no sería mala si no fuera por los métodos antidemocráticos —la fuerza, el chantaje económico— que el Kremlin está usando para convencer a esos países de volver al antiguo redil. Los ucranios, que lograron derrocar al Gobierno pro ruso de Yanukóvich después de meses de represión, soñaban con un acercamiento a la UE. No contaban con que Europa no sería capaz de protegerlos del autoritarismo del vecino ruso.

bdgmr@yahoo.com