El Espejismo

El Espejismo
Por:
  • Obdulio-Avila

El maremoto tocó tierra, Morena arrasó electoralmente; la situación electoral del país es previa a 1988. La distribución del poder se ha roto y emerge un partido que puede reformar a la Constitución federal, solo con sus aliados y con aquellos que solícitos obsequiaran sus votos a cambio de prebendas y/o subsistencia.

El recuento del desastre se realiza desde el plano nacional, estatal o municipal. En algunos lugares el voto en favor de la izquierda lopezobradorista es una novedad, pero en la Ciudad de México, lleva un poco más de dos lustros presente.

En la capital federal, puede desglosarse el análisis electoral, por partido o por cualquiera de las seis elecciones concurrentes el 1 de julio. Una campaña que atrajo la atención fue la de Mikel Arriola. Manifesté en este diario que era candidato de la plaza electoral más reacia al priismo desde los 80, afirmación basada en resultados electorales que atestiguan una decreciente votación del tricolor desde 1982, inferior al 50% de los votos emitido desde ese año.

Mikel Arriola hizo una agresiva campaña en medios de comunicación, redes digitales y creciente en el plano territorial; era frecuente leer de él en la prensa, escucharlo en la radio y verlo en la televisión.

Su mensaje articulado, su profunda preparación y experiencia para y en el servicio público, se advertía y se reconoce. Sin embargo, el estar ahí no implicaba aceptación popular, más bien su capacidad para “dar la nota”, le abría espacios. Otro elemento que no debe descartarse, sin ingenuidad, es la conocida relación del PRI con los medios, en la que contratos, relaciones añejas, acuerdos, complicidades, y subordinación; generaban espacios.

Ante dos candidatas identificadas a la izquierda, Sheinbaum y Barrales, y un partido de centro derecha, el PAN, aliado a la segunda; pronto comenzó el cortejo del voto conservador, por pragmatismo e identificación personal y grupal.

Sin implante en el priismo de la ciudad, sin conocimiento de la misma, -vivir en ella no implica conocerla-; ajeno a las posturas de su partido, cuyos candidatos desde Jesús Silva-Herzog hasta Beatriz Paredes, pasando por Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre o Mauricio López, manifestaban mayor cercanía ideológica o pertenencia a la izquierda. Inició un viraje que lo colocó no en la derecha, sino en la ultraderecha.

El votante conservador promedio permaneció en el PAN. Mikel cedió a dos espejismos, al de la ultra católica que siempre ha sido filo priista, y al voto denominado cristiano que en la ciudad, paradójicamente, es más pro PRD o Morena.

Mikel fue un audaz candidato, que entregó la votación más baja del PRI en la CDMX en la elección para Jefe de Gobierno: 13%. En la primera elección para ese cargo, acaecida en 1997, el electorado los ubicó con el 25.60%; en el año 2000, el porcentaje fue el 23.43%; para los comicios de 2006, 21. 59 %; y en la de 2012, 19.73%.