El fracaso de la narrativa

El fracaso de la narrativa
Por:
  • larazon

Raymundo

 PRIMER TIEMPO: Qué poquito les duró El Chapo. Fugaz fue la celebración nacional por la captura del criminal más buscado en el mundo. Y en esta sociedad acostumbrada a golpes de alto impacto, el gozo fue efímero. No habían pasado 72 horas de la detención de Joaquín El Chapo Guzmán, cuando surgieron dudas si en efecto, a quien se había aprehendido, era quien decían. El gobierno reaccionó. Desde la Oficina de la Presidencia de la Presidencia, que encabeza Aurelio Nuño, donde se maneja el mensaje gubernamental, salió la instrucción de abrir las puertas de la información. Viajestodoarreglado a la última guarida del criminal, y paseos por los narcotúneles. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, autorizó la difusión de las fotografías de la ficha sinaléctica de Guzmán en el penal de máxima seguridad en el Altiplano, y luego remataron con los videos de él caminando por los pasillos de la cárcel, para que no hubiera duda de que sí estaba preso. Para los que dudaban que El Chapo de 2014 no era El Chapo de 1993 —la primera vez que entró a la cárcel—, el procurador Jesús Murillo Karam pidió que se dieran los detalles de la identificación del capo de Sinaloa —comparación de sus huellas digitales y ADN incluido. Pero como también era importante remachar su perfil patológico, revelaron el análisis sicológico sobre su escritura. Como de cualquier forma no era suficiente, dieron a conocer lo que dijo en los primeros momentos de captura, sorprendido en calzoncillos en un departamento de Mazatlán, pidiendo que no lo mataran, que lo dejaran vivir, que nadie iba a rescatarlo, que estaba solo. El cúmulo de información sobre su captura y los detalles de todo lo que sucedió, no tiene precedente en cuanto a su difusión masiva en la prensa. Dice el gobierno que es transparencia, pero caminó por una fina línea entre lo que es legal y lo que no lo es, acercándose al umbral del efecto corruptor de los medios, el principio que la Suprema Corte aplicó en el caso de Florence Cassez para liberarla, porque todo lo que se difundió sobre ella en las primeras horas tras su detención, había nublado el buen juicio de los jueces. Esa necesidad de legitimidad gubernamental, se metió en un túnel un tanto cuanto oscuro.

 SEGUNDO TIEMPO: ¡Mexicanos al grito de guerra! Junto con el blitz de 72 horas en los medios para validar que Joaquín Guzmán era el criminal que decían que era, la línea oficial para hablar sobre el delincuente era no mencionarlo por nombre, menos aún por su apodo de El Chapo. Nada de familiaridades, ni vincular el mensaje gubernamental con la escoria de la sociedad. La otra instrucción fue afirmar, insistir, remachar tantas veces se colocara un micrófono frente a la boca de un funcionario, que había sido una operación ciento por ciento mexicana. Los marinos, pero también los soldados, los policías federales, los ministeriales y hasta los spooks del CISEN, formaron la caballería que capturó a El Chapo. ¿Y los estadounidenses? Marginales en el apoyo, de acuerdo con el discurso. En Washington pasaron de la presión del sábado sobre la captura —decírselo a su prensa para que no se le fuera a olvidar al gobierno mexicano—, a ganar en la arena pública —los comunicados del procurador Eric Holder y del secretario de Seguridad Territorial, Jeh Johnson—, a incorporar la presencia de sus agentes de la DEA y Alguaciles, en el momento de la aprehensión. En el mundo se resaltaba la aportación de inteligencia en la captura; en México, el procurador general, Jesús Murillo Karam, decía que la operación tenía sólo marca mexicana. El diario The New York Times lo ignoró. En su principal editorial de arranque de semana, elogió la participación de los agentes de su país. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el vocero presidencial, Eduardo Sánchez, insistieron en la denominación de origen. Desde Washington les llamaron la atención: Guzmán pudo evitar la captura, dijo un funcionario no identificado, sólo por la tecnología de comunicaciones a su disposición, que por cierto, aclaró, no se vende comercialmente. Si no se adquiere de esa manera, ¿quién la compra? En México no hay muchas opciones: la adquirieron las Fuerzas Armadas, o llegó por la vía de la Iniciativa México. Los estadounidenses deben tener los números de serie y saber a dónde llegaron los equipos. Esta tercera llamada de atención ya subió de nivel y advertencia.

 TERCER TIEMPO: Mejor aquí corrió que aquí se hundió. Las cosas no salieron como deberían tras la detención de Joaquín El Chapo Guzmán. La narrativa sobre su captura saltó rápidamente de los momentos épicos, a una posición defensiva, ante las críticas y las sospechas. ¿Por qué hubo reportes de la captura de “El Chapo” desde el viernes por la noche? ¿Por qué los estadounidenses dijeron el sábado temprano que, en efecto, la noche anterior había sido la operación? ¿Por qué tardó tanto tiempo el gobierno mexicano en confirmar? Los porqués estaban en una incómoda espiral para las autoridades. Las señales de alarmas urgían el control de daños. El manual de administración de crisis recomienda que cuando hay un tema en la opinión pública, hay que distraerla con otras noticias poderosas. El jueves arrancaron con el adelanto del anuncio del Acuerdo de Certidumbre Tributaria, del secretario de Hacienda, Luis Videgaray. El viernes con otro adelanto en la agenda de las revelaciones gubernamentales, con el anuncio del procurador general, Jesús Murillo Karam, de la intervención a Oceanografía, la empresa que hace negocios con Pemex. Y para no retirarse tan rápido del tema de la violencia del narcotráfico, confirmó el secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Monte Alejandro Rubido, El Pantera —de éste sí hubo el apodo—, Francisco Galeana, coordinador regional de Los Caballeros Templarios, había sido abatido. Tres temas para todos los gustos y sepultar el de El Chapo Guzmán. Su captura dio menos de lo que uno se podía imaginar y propinó un rápido rendimiento decreciente para el gobierno. La fragilidad del discurso en un evento de tan alto impacto como fue esa detención, obliga la reflexión que algo en la narrativa oficial del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, llegó a su Principio de Peter, y alcanzó su nivel de incompetencia. Revisar las líneas que rigen el discurso, es el primer paso para abordar el desgaste mostrado. Cambiarlas tendría que ser su consecuencia.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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