El “hubiera” que decapitó al Piojo

El “hubiera” que decapitó al Piojo
Por:
  • larazon

Mónica Garza

Dicen que el verbo haber en pretérito imperfecto no debe conjugarse, pero ante las caídas que “hubieran” podido impedirse es el verbo inevitable, aunque de éste resulte el tormento de lamentarse por lo que no sucedió.

Yo “hubiera” podido no agregar otra dosis de tinta a los litros que ya se han dedicado al hecho ocurrido el lunes pasado en el aeropuerto de Filadelfia, y que dejó a Miguel Herrera sin trabajo, pero descubrí en esa historia una distracción que considero digna de contarse.

Resulta que el equipo de información de Azteca Deportes en Filadelfia había estado modificando sus itinerarios de trabajo y vuelos, porque dependían de los resultados de la selección mexicana en la Copa Oro.

Así que terminado el partido del domingo, Christian Martinoli le preguntó a Luis García “¿finalmente, a qué hora regresamos mañana?”. García le confirmó que su vuelo estaba para las nueve de la mañana y Martinoli asumió que viajaría en el mismo.

El lunes en el aeropuerto, dos horas antes de su salida, los periodistas documentaron maletas y recogieron su pase de abordar, el cual, Christian –sin revisarlo– lo metió entre las hojas de su pasaporte que guardó en la bolsa de su saco.

La gresca con Miguel Herrera lo estaba esperando segundos después.

Christian Martinoli sabía que el Piojo Herrera “le traía ganas”, pero quizá nunca imaginó hasta qué grado el director técnico perdería la cabeza en un acto en el que, como representante deportivo del más alto nivel, bajo ninguna circunstancia debió caer.

Si Martinoli “hubiera” respondido con otro golpe, el hecho “hubiera” quedado disminuido a un pleito barato entre un técnico y un comentarista.

Si Miguel Herrera “hubiera” aprendido de sus experiencias anteriores, el hecho nunca “hubiera” cobrado la fuerza de una agresión violenta a un periodista, por parte de un director técnico más célebre por sus anuncios comerciales y sus arranques de ira, que por sus resultados.

“Reclamaba yo mucho, –que hasta la fecha lo sigo haciendo– y entonces venían las expulsiones... Más me ayudaron los golpes que me dieron esas cosas para ir siendo más mesurado ¿no?, más tranquilo, e ir moderando ese carácter”… Me dijo el director técnico el año pasado en una entrevista. ¡Qué ironía!...

Me contaba el cronista deportivo David Medrano, que el director técnico de la selección nacional suele viajar rodeado por dos elementos de seguridad, tres auxiliares, dos preparadores físicos, un entrenador de porteros, un doctor, un videógrafo, un camarógrafo, un editor, dos representantes de Adidas y dos de prensa.

Yo me pregunto entonces, si de todos ellos, al ver a Miguel Herrera centrar a su presa en el aeropuerto, ¿nadie se “hubiera” podido acercar a contener la debacle que claramente se adivinaba?...

Pasado el bochornoso momento de la agresión, Christian Martinoli cruzó el filtro de seguridad y de inmediato se refugió en un café, lo más lejos posible de Miguel Herrera y de los jugadores que, en ese momento, celebraron su actitud.

Fue hasta entonces que el periodista sacó su pase de abordar para ver que el número de vuelo coincidiera con la sala de abordaje, y ahí se dio cuenta de que su avión no salía a las nueve de la mañana.

No era el mismo avión de Luis García. Ni era el mismo en el que viajaba Miguel Herrera y la selección nacional. Su pase de abordar coincidía con el número del vuelo que salía a las 2:50 de la tarde.

Christian Martinoli estuvo en el aeropuerto cinco horas antes por error.

El destino es el destino y para muchos no se equivoca. Christian no “hubiera” tenido que estar ahí a las siete de la mañana, pero estuvo. Miguel Herrera “hubiera” tenido que madurar hace mucho tiempo, pero no lo hizo, y una vez más le costó la chamba.

El comentarista de Azteca Deportes regresará en un par de semanas de sus vacaciones a seguir narrando partidos de la selección nacional que ya estará estrenando entrenador.

Mientras que Miguel Herrera seguramente –como le pasó a Chepo de la Torre– en poco tiempo encontrará una nueva oportunidad en las canchas y la clemencia de la afición.

Porque México es México en ese sentido y en todas las áreas, es decir, un país que con gran facilidad pierde la memoria.

monica.garza@razon.mx

Twitter: @monicagarzag