El juego del desasosiego

El juego del desasosiego
Por:
  • larazon

La jugada fue más o menos así: Iniesta le dio el balón a Llorente cerca de la media luna y éste se la devolvió en corto; Iniesta buscó la luz de Xavi, quien decidió en un segundo, como si tuviera ojos en la espalda, que el jabulani corriera bajo los tachones con un raro taconazo. Y llegó Villa como un vendaval anotando un gol grande. España estaba en cuartos de final. Recuerdo que pensé en el equipo mexicano y me pregunté: ¿es tan difícil alinear a los mejores hombres? Ahí estaban los once españoles y Fábregas en la banca, en fin, no pienso desviarme hacia ese barranco. Con ese gol, la escuadra roja avanzaba a la siguiente ronda.

Al equipo español no le fue fácil vencer a sus fantasmas. Se había perdido en un laberinto: Torres jugando abierto, sin centro; Xabi Alonso perdido en la bruma del medio campo y, lo impensable, Iniesta impreciso. El famoso tiqui taca se ve muy bien, deslumbra si se quiere, pero sin un gol puede convertirse en un suplicio. Durante largos minutos del segundo tiempo, el juego fue un peloteo sordo, una humareda en la media cancha. Lo inaudito ocurrió cuando Del Bosque decidió algo extrañísimo y los Dioses del campo aprobaron su audacia: ordenó la salida de Torres y le pidió a Llorente que se atara las agujetas. El humo se disipó. Sergio Ramos entraba por la derecha y Villa por la izquierda, Xavi aseguró el timón y Llorente remató de palomita un centro que apenas atajó Eduardo. España se había transformado conjurando a las sombras que en cada juego le recuerdan los fracasos de su historia.

El entrenador Carlos Queiroz formó a sus hombres en una trinchera para resistir el embate español y salir en contragolpe con un hombre: Cristiano Ronaldo. Si Queiroz hubiera leído a Fernando Pessoa, seguro habría dicho en el área técnica estas palabras: “tengo una indigestión en el alma”. Los españoles habían arrinconado a los portugueses y su gran hombre renunciado a todo: “Qué cosa tan baja y despreciable es la vida”. Pero como seguramente Queiroz no leyó a Pessoa, ese hombre sólo habrá sentido una punzada en la boca del estómago, el dolor inequívoco de la derrota. Cada vez que Ronaldo se tiraba al pasto y protestaba por faltas inexistentes, Queiroz veía 57 millones de euros depositados de forma inmerecida en bancos internacionales. Alemania 2006 no fue su mundial; mucho menos los campos de Sudáfrica por los que deambuló como un espectro. Tiene 24 años, si el azar lo favorece, le queda el Mundial de Brasil. Aún no está claro si fueron Alves, Sabrosa, Mendes o Meireles los que no supieron acompañarlo o si él, extraviado en los cielos de la fama, no supo seguir a sus compañeros. Cada quien lo averiguará en la soledad de su casa.

Sé que en la ronda de los cuartos de final habrá al menos una final adelantada, desde luego Argentina contra Alemania y Brasil vs Holanda. Aunque podrían ser emocionantes, los otros dos juegos parecen menos parejos y explosivos. Veo avanzar a España sobre Paraguay y quiero que Ghana le ponga el pie a los charrúas. Ustedes no lo saben, pero soy vengativo.

rafaelperezgay@gmail.com