¿El lugar que nos corresponde?

¿El lugar que nos corresponde?
Por:
  • larazon

Tras la dolorosa —aunque predecible— eliminación, se ha fortalecido la teoría de que por tropezar nuevamente en la misma instancia, México ha encontrado, aún sin entera resignación, su sitio en el mundo, como si ubicarse entre los puestos 11 y 15 fuera más que una condena el fiel reflejo de la estatura mexicana en el ámbito futbolístico.

No estoy tan de acuerdo con ello. De entrada habría que empezar por entender que lo que sucede en un Mundial no tiene porque ser, como muchos piensan, reflejo del estado de salud de todo un futbol. Hace cuatro años el Calcio ensombrecía ante el escándalo. Árbitros corruptos, partidos arreglados, directivos bajo sospecha dejaron a la luz la putrefacción del futbol italiano y ello no impidió que la selección de Lippi se alzara campeona del mundo. Por cierto cuatro años más tarde, y cuando existe la creencia de que esos malos manejos al menos se han aminorado, Italia no pasó de la fase de grupos.

Si el papel de una selección en un Mundial tuviera relación directa con el status de su futbol doméstico, Uruguay y Paraguay, por ejemplo, no habrían podido colarse entre los ocho mejores de Sudáfrica 2010. En ese sentido, el 14º lugar de México, no debería en rigor significar mucho para la actual administración de la FMF, aunque ha sido el propio Justino Compeán el que se puso la soga al cuello. El fiel empleado de Televisa se comprometió —absurdamente— a que la selección llegaría finalmente al quinto partido en una Copa del Mundo disputada fuera de México. Lo repitió hasta el hartazgo, lo prometió en Los Pinos al presidente Calderón y hasta envalentonado, ya en suelo sudafricano, se atrevió a anticipar que el Tri llegaría al menos a semifinales. Sólo por eso, porque por la boca muere el pez, Justino tendría que dar un paso a un costado. El objetivo primordial de toda su gestión —marcado así por él mismo— no se cumplió. En realidad en su administración los logros económicos y comerciales parecen ir en sentido inverso a los deportivos.

Para explicar la nueva medianía de México en la Copa del Mundo se puede acudir a infinidad de aspectos; desde la famosa mentalidad, la costumbre de perder, y hasta la “mala” genética. A mi juicio, en este caso, como pocas veces Javier Aguirre contó con un plantel de jugadores verdaderamente capacitados para, al menos, mejorar los antecedentes, pero tomó una serie de decisiones extrañas en un técnico de su nivel.

Ciertamente el acoso de una prensa, que suele generar más expectativas de las lógicas volvió a enturbiar el entorno; tampoco le jugaron a favor las imposiciones de directivos más preocupados por lo económico que por lo deportivo.

Sobra enumerar algunos de sus desatinos, pero el tiempo ha sido cruel pues casi todas las batallas en las que absurdamente se enfrentó al sentido común las perdió con claridad. La ausencia de Sinha se agigantó ante lo evidente: Cuauhtémoc y Bofo no estaban para jugar en Mundial; la elección de Óscar Pérez como portero no acabó siendo exitosa; la marginación de Javier Hernández o Andrés Guardado, a quienes les dio pocos minutos, no fue fructífera sino todo lo contrario, y la indecisión sobre la capitanía tal vez no haya sido decisiva, pero dejó ver a un hombre nublado, confundido, atribulado, tal vez rebasado por la presión de convertirse en algo así como el estandarte del “nuevo México” en el año del bicentenario, y no en un simple entrenador.

witkerjor@yahoo.com