El NAIM y la estrategia del conflicto

El NAIM y la estrategia del conflicto
Por:
  • Carlos Urdiales

No hay debate público sobre el nuevo aeropuerto; a la gente, el tema no le interesa; así lo demuestran las encuestas de Parametría, Consulta Mitofsky y El Financiero. Caminamos rumbo a una consulta nacional que será operada por ciudadanos voluntarios, que no imparciales, durante cuatro días, en jornadas de 10 horas.

El presidente de la Fundación Arturo Rosenblueth, encargada de contar las opiniones, Enrique Calderón Alzati, predice, con base en su experiencia, que participen entre 100 mil y 500 mil personas. Jesús Ramírez Cuevas, vocero del Presidente electo ,espera más, mucho más. La pregunta está por definirse. El costo y quién lo pague, también.

Rumbo a la consulta y encuesta (dos métodos que pueden colisionar, aunque en el equipo del Presidente electo confían en que no), de lo que se trata no es saber si las rutas aéreas entre Santa Lucía y el Aeropuerto Internacional Benito Juárez son compatibles con la frecuencia necesaria para aliviar la saturación actual, no.

Tampoco determinar el método de cimentación de las pistas en terrenos lacustres, ni de presas y vasos reguladores, ni siquiera la repercusión ambiental de corto y largo plazos, menos de la activación económica para la oprimida zona oriente de la megalópolis o del tesoro que sería para la CDMX tomar miles de hectáreas liberadas, cuando el viejo aeropuerto cierre. Nada, lo que está por resolverse es si queremos un aeropuerto caro o uno austero.

El Presidente electo no quiere un aeropuerto fifí y las opiniones más calificadas, de ingenieros, economistas y consultores, afirman que Texcoco es la mejor opción.

Se sabe qué tan rentable negocio será el nuevo aeropuerto, que el modelo financiero ni se cuestiona; por lo mismo, se especula que la estrategia es que sean privados los que paguen (y los que cobren los dividendos durante las próximas décadas) y no un gobierno que ha comprometido mucho flujo presupuestal en promesas de campaña.

En análisis político, el “juego de la gallina” es un básico dentro de la teoría de juegos, la creación y solución de conflictos. Se plantea que hay dos jugadores que conducen un vehículo en dirección al del contrario y el primero que se desvíe de la trayectoria del choque, pierde.

El juego se basa en la idea de crear presión hasta que uno de los participantes se echa atrás. El que esquiva o frena pasa la vergüenza. El que acelera gana respeto; pero si ambos aceleran y colisionan, la suma es de negativos; un pierde-pierde en toda su extensión.

La paradoja de la racionalidad es otro fenómeno en la teoría de juegos; la estrategia política, la grilla. Mientras más racional sea uno de los jugadores, mayores probabilidades de perder tendrá; en contraste, a mayor irracionalidad, la victoria estará más próxima. El nuevo aeropuerto es un choque de trenes; “un juego de la gallina” por todo lo alto.