El Papa en Brasil: ¿revolución, reforma o retórica?

El Papa en Brasil: ¿revolución, reforma o retórica?
Por:
  • larazon

Otto Granados

Los mensajes del Papa Bergoglio en Brasil no tienen, a mi juicio, desperdicio, y conviene leerlos con un espíritu abierto. A fin de cuentas, como dice con humor un amigo mío que estudió en el muy mariano colegio español del Pilar: “yo no creo en ninguna religión, ni siquiera en la católica… que es la única verdadera”.

En las últimas tres décadas ha habido tres papados a cual más de distintos, al parecer. Juan Pablo II fue un papa hecho para el activismo, para influir en política y combatir al comunismo y para defender ante las masas un tipo de ortodoxia férreamente centrada en la tradición.

Pese a que dejó, al final de su papado, casi mil 100 millones de católicos, en países como EEUU, la asistencia a misa bajó en 40%; el número de sacerdotes en Occidente descendió 26%; los protestantes y otras denominaciones no católicas en América Latina pasaron de 100 mil un siglo atrás, a 100 millones; Europa ya no es más el primer continente católico (26% frente a casi 49% que se registra en América), y los movimientos pentecostales, sectas evangélicas, grupos esotéricos y de “new age” y otros produjeron deserciones imparables en las filas del catolicismo.

Ratzinger, por su parte, ciertamente el arquitecto doctrinario del papado de Juan Pablo, eligió, o mejor dicho intentó, una iglesia más orientada a la élite que a la masa, más sofisticada intelectualmente, más divina que mundana, menos mediática y más interiorizada en los laberintos del poder vaticano, lo que finalmente lo llevó, de alguna manera, a la dimisión. Su papado fue, en efecto, de transición, pero en más de un sentido: quizá ha dejado las condiciones para llevar a la iglesia, en el largo plazo, a comprender mejor las necesidades y requerimientos de una feligresía en confusión y en cambio constante.

En ese sentido, el papado de Francisco está resultando revelador no tanto por los símbolos e imágenes de lo que hace, que es lo de menos, sino por lo que aparentemente piensa y dice: la defensa del Estado laico, la política como “una de las formas más altas de la caridad”, la “teología” de las mujeres o su posición frente a las preferencias sexuales. Con todo y su cautela o franco rechazo a otros temas como el aborto o el sacerdocio femenino, no es menor deslizar vientos frescos en cuestiones antes casi heréticas.

¿Se trata de una revolución silenciosa, de un aggiornamento o de una mera retórica? No lo creo. Suena más bien a una especie de reformismo, cuidadoso y gradual, pero que parte de una doble dosis de sentido común.

Por un lado, introducir en la curia vaticana una agenda más allá de tensiones y conflictos domésticos profundamente desgastantes, y, por otro, abrirse un poco al mundo real, incierto y complejo, de estos días.

Dicen que las pequeñas reformas suelen llevar a las grandes. Puede ser.

og1956@gmail.com