El Piojo cae; el show debe continuar

El Piojo cae; el show debe continuar
Por:
  • larazon

Salvador del Río

¡Oh, regresa, audaz cantor,

vuelve a nuestro lado!

Canción por la muerte

de Sigfrido, en “El ocaso de

los dioses” de Richard Wagner

Capítulo clásico de los efectos sociales, políticos y económicos del poder de los medios, la caída de Miguel Herrera, el popular Piojo, de la dirección técnica de la Selección Nacional de futbol se convierte en un drama digno de las tragedias teatrales en las que el odio, las pasiones y grandes intereses se entremezclan, y despiertan en el espectador las más agudas y vivas sensaciones.

El despido de Herrera es el desenlace inevitable y lógico de esa trama, que alcanzó momentos estelares en los espectáculos que el técnico ofrecía a los televidentes de dentro y fuera del país, aprovechados por la magia de la televisión para agregar a lo deportivo el elemento de un show en el que la figura central era el carisma del gesticulador, que hacía las delicias del monstruo de los millones de cabezas que es el público de la llamada pantalla chica.

Los números de la representación corrían a cargo de un hombre —según coinciden en calificarlo quienes conocen su trato— sencillo y afable, cuyas actuaciones surgían espontáneas de su personalidad, lo cual añadía naturalidad al escenario. La comedia era el complemento ideal en el argumento que culminaría en la tragedia de su desaparición.

El despido del Piojo (una decisión necesaria para la organización del balompié profesional) confirma, sin embargo, el carácter mediático del argumento de la trama y de su desenlace.

Miguel Herrera no podía seguir al frente de la selección ni apareciendo en las pantallas, teniendo en contra a la prensa en su conjunto por el agravio infligido a un comunicador. La razón del despido es evidente: si Herrera hubiera golpeado a un ciudadano cualquiera, la consecuencia de la agresión, en el mejor de los casos, habría sido una denuncia ante el Ministerio Público, solventada con una sanción administrativa sin la repercusión del gran escándalo en las páginas de diarios y noticieros de radio y televisión.

El poder de los medios ha sido creciente en los últimos años en la medida de la cobertura del acontecer nacional e internacional abarca a millones. Hechos como el escenificado por Miguel Herrera han ocurrido siempre.

Por citar uno: en los años 40, un boxeador apodado El Vaquero de Caborca, de fuerte pegada, pero negado al aprendizaje de la técnica del pugilismo, encontró a la salida del gimnasio al cronista deportivo José Antonio Cano; sin más preámbulo se fue sobre él, le propinó un certero derechazo, lo mandó al hospital y le dejó de por vida la prominente nariz fracturada en tres partes. Nada más ocurrió.

José Octavio Cano no volvió a publicar un comentario señalando que las peleas del Vaquero eran compradas por sus propios manejadores para ganar dinero en el negocio de las apuestas, lo cual era evidente y es común en el no siempre limpio negocio de los puñetazos.

El espectáculo que Miguel Herrera ofreció durante el breve tiempo en el que dirigió a la Selección Mexicana de Futbol no era presenciado ni advertido por los aficionados que asisten a los estadios. Desde el graderío es imposible apreciar los aspavientos, los gestos y los ademanes del entrenador, ni escuchar sus imprecaciones, insultos y mentadas, cuando el árbitro señala una falta en contra de sus jugadores. Es un espectáculo reservado a los televidentes.

La del Piojo ha sido una escenificación cuya desaparición, ineludible para la dirigencia del futbol profesional, para la imagen que se difunde a través de la prensa —que es también una parte de la imagen de México— deja un vacío en el ánimo de una afición al popular deporte cada vez más extensa y actuante en las industrias de la televisión y del deporte, un hueco que deberá ser colmado como elemento necesario para el desfogue del impulso colectivo que lo reclamará. El público tendrá otros piojos.

 Gazapos. Futbol. ¿Se debe escribir y pronunciar futbol o fútbol, con acento prosódico en la primera sílaba?, pregunta un lector de esta columna. En América del Sur se escribe fútbol y se pronuncia así, con acento prosódico en la u. En México , el balompié, si se le asigna la traducción del inglés, siempre ha sido futbol. En realidad no hay una regla para este anglicismo españolizado, cuyo uso dependería de una traslación de la fonética en su idioma original: fútbol o futbol, pero siempre respetando la regla fonética y gramatical: futbol, sin acento es una palabra aguda porque termina en la consonante l ; fútbol, con acento en la u, es una palabra grave.

srio28@prodigy.net.mx