El Pueblito

El Pueblito
Por:
  • javier_solorzano_zinser

Hace ya varios años se desató un escándalo en un penal de mediana seguridad ubicado en las afueras de Tijuana; le llamaban El Pueblito. El problema se debió de nuevo a una lucha interna por el control de la prisión. Al igual que en muchos centros penitenciarios del país, los problemas conocidos se fueron dejando pasar tratando simplemente de administrarlos; el desenlace fue previsible.

Administrar los problemas en los penales poco o nada termina por servir, tarde que temprano todo explota. El Pueblito constituía una bomba a punto de estallar, era un secreto a voces. Por esos días además Tijuana pasaba por sus días más aciagos.

El inmueble era el centro de operaciones de muchos de los detenidos, quienes adentro tenían una extensión de sus actividades delincuenciales. Actuaban como si estuvieran fuera del reclusorio, daban órdenes y tenían sometido al aparato de gobierno de la cárcel.

Las autoridades lo sabían y los dejaban actuar a sus anchas, o no les quedaba de otra o eran parte de la complicidad. Suponían que así el penal estaba bajo una relativa calma y se evitaban problemas, lo que también lleva inevitablemente a pensar que pudiera ser que no tuvieran de otra, o lo hacían o lo hacían.

Se llegó a decir que al interior de El Pueblito había cafeterías y todo tipo de restaurantes de comida rápida, los populares de esos años. No era cierto, lo que sí era cierto es que había grandes letreros de esos restaurantes. El mito creció porque las fotografías en los periódicos daban cuenta de ellos; los letreros era lo de menos, lo importante eran lo que significaban.

La larga visita que hicimos a El Pueblito, horas después que había entrado la Policía Federal, nos permitió ver los vicios de siempre, los cuales se continúan viendo y viviendo en la gran mayoría de los penales del país.

En la mayoría de las pequeñas crujías intentaban dormir entre 15 y 20 reos. Muchos de ellos se amarraban a las rejas de las celdas para “dormir” de pie porque no había lugar en el piso para hacerlo, además con ello evitaban, en algún sentido, la posibilidad de que otros reos intentaran abusar de ellos en la noche. Lo que pasaba en la celda se quedaba en la celda.

La entrada de la policía fue reportada a detalle como una “gran acción de la autoridad”. Más allá de ello, se tuvo cuidado en delimitar responsabilidades porque al hacerlo; se ponía en evidencia a la autoridad municipal, la estatal y la federal. Al final, como suele suceder, las responsabilidades recayeron en mandos medios, los cuales estaban atados de manos y amenazados al igual que sus cercanos.

Los familiares se la pasaron en esos días fuera del inmueble entre 3 y 5 días para intentar saber de los suyos. Tenían la esperanza de que estuvieran vivos después de la brutal riña por “el control del penal”. Unos murieron y los más fueron cambiados de reclusorio sin que avisaran a sus parientes. Las promesas fueron interminables para que al paso del tiempo los vicios

se repitieran.

No hay que hacer un gran esfuerzo de memoria para saber que el supuesto modelo tipo El Pueblito sigue casi inalterable. Topo Chico nos llevó de nuevo a la realidad. Las cárceles de México son infames. Se reconocen esfuerzos, pero en lo general son corruptas, discrecionales, injustas y no tienen nada de reformadoras. Quienes salen lo hacen peor de como entraron; El Pueblito de Tijuana continúa vivito y coleando.

 RESQUICIOS. Así nos lo dijeron ayer: En el caso de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala ninguna de las partes se ve que esté tras la verdad.

La forma en que se hace justicia en México se confirma que es desastrosa. En el fondo hay una pugna política entre el GIEI y la PGR, las partes parece que han sacado lo peor de sí: Héctor de Mauleón, escritor-periodista.

solorzano52mx@yahoo.com.mx

Twitter: @JavierSolorzano