El sastre loco y el tren alemán

El sastre loco y el tren alemán
Por:
  • larazon

Uno de los personajes del inicio del Mundial de Sudáfrica ha sido el sastre de Diego Armando Maradona. Ese hombre ha vestido al Pelusa con odio. Le cortó un traje gris brillante tres tallas más grande que la percha. En la zona técnica, la figura triste de Maradona recordaba a un vendedor de enciclopedias después de gastar las suelas durante horas de frustración tocando a la puerta de la esperanza. Por si fuera poco, Maradona se anudó en el cuello una corbata gris perla como si hubiera asistido a la boda de su mejor amigo.

Cuando Messi corrió en diagonal con el balón pegado al zapato dejando atrás nigerianos desconcertados y encaró al portero Enyeama, que le robó con una gran atajada su primer gol sudafricano, en ese momento Maradona vio su pasado. El ídolo metió las manos a las bolsas de su saco y caminó desesperado por el rectángulo técnico, el vagabundo mejor vestido del planeta. Argentina se ha puesto de inmediato como uno de los equipos que pelearán la Copa del Mundo, incluso contra las decisiones atrabancadas del hombre de traje gris. Le reprochan a Maradona mandar al campo a Verón, un veterano que elogia la lentitud de su edad en la cancha. Messi enganchó, dio pases, tiró de fuera del área, atrajo rivales, pero no metió el gol; el portero del Hapoel israelí se volvió loco y paró todo lo que le mandó la Pulga. El que anotó fue un cadenero, un hombre de puñal en la oscuridad, el defensa Heinze. Verón cobró abierto un tiro de esquina, a la mitad del área, Heinze se tendió en el aire, de paloma, y anotó en la escuadra un gol que los coleccionistas conservarán como uno de los más vistosos del torneo.

Maradona retiró del campo a Verón y le ordenó a Maxi Rodríguez que se apretara las agujetas. Vistas así las cosas, Argentina jugó veinte minutos de una formación estrafalaria: 4-1-5. Entonces llegó la hora de Nigeria. Un asalto al campo argentino. Taiwo rasuró el poste, Uché la tuvo y perdonó. A los africanos aún no les explican que al final se trata de meter gol. Los jugadores africanos son veloces, le pegan al balón con fuerza antropológica, pero al final se niegan a sacudir las redes. Así, en los últimos minutos del partido, Nigeria sitió a los albicelestes. Los mexicanos sabemos lo que es sufrir los últimos minutos del juego y perdernos en cataclismos psíquicos. Al final, Maradona cargó a Messi y lo besó. No era para menos.

En el segundo juego del grupo D, el tren alemán hizo una parada en Australia, depositó cuatro goles y siguió su camino a la clasificación entre abundantes vapores hegelianos. Ghana y Serbia esperan resignados el paso del expresso alemán. Para los teutones, el grupo es un día de campo con flan de Europa del Este. La eficiencia weberiana atropelló a los australianos. Vean esto: Lucas Podolski por la derecha y Thomas Mueller por la izquierda. Y Klose, una cabeza sin piedad. Quizás ustedes vieron lo que yo vi: velocidad, técnica y destreza. Sálvese quien pueda. He leído aquí y allá, y lo he visto contra los australianos, que el arquitecto de este equipo se llama Mestu Özil, del Werder Bremen. un joven de 21 años dispuesto a conducir el tren de la filosofía alemana. Cierto que los australianos son modestos, y que perdieron por expulsión a su jugador estrella, pero el que se le atraviese a Alemania puede terminar en el barranco. Cuidado con ellos, su idioma guarda misterios ancestrales que quizá revelen en Sudáfrica.

rafaelperezgay@gmail.com