El secuestro de Cancún

El secuestro de Cancún
Por:
  • gerardo_garcia

Pueden hacer lo que les venga en gana. Por décadas cómplices de gobiernos en ese estado, Quintana Roo, ufanándose de su poderío político y su fortaleza como ejército electoral. Y así, con ese petate del muerto consiguieron todo lo inimaginable. Y así ahora, con ese poder que se les otorgó a espaldas de los ciudadanos, tratan de obligar a la autoridad para que les sirva en su intento de sacar a Uber de ese millonario mercado que es el corredor turístico más importante de México.

Y así, por qué no, llevan dos días bloqueando carreteras y avenidas en todo ese estado. Paralizan Cancún, Playa del Carmen, Tulum. Se oponen a la Ley de Movilidad que aprobó el Congreso de ese estado la tarde del martes pasado. Una ley que, entre otras cosas, permite la operación de compañías como Uber en el transporte privado de pasajeros, con limitaciones varias de las que, incluso, la famosa empresa se opuso en su momento. Pero ellos, dueños de las calles y monopolio de la transportación en los destinos más importantes de México, la rechazan y toman las calles. Tratan de doblegar a la autoridad a costa de violentar la ley. Esta, una batalla que ya ha costado dos muertos en Cancún.

La oposición gremial a la competencia es de esperarse en los destinos turísticos. Los sindicatos de taxistas son sumamente poderosos –Los Cabos, Cancún, Vallarta, son ejemplos claros- y están mucho más organizados que sus similares en ciudades como la de México, Monterrey o Guadalajara. El negocio es multimillonario. Sin embargo, el daño que han generado con sus movimientos de protesta a destinos turísticos está documentado. Baste recordar lo que le costó a Los Cabos el conflicto que sostuvieron taxistas con transportadoras privadas.

El gobernador Carlos Joaquín González, que llegó al poder al amparo de una alianza electoral PAN-PRD, pero que siempre fue priísta, tiene en este el momento para terminar de una buena vez con esto. Imponer su autoridad y no ceder, ese el reclamo de la mayor parte de una ciudadanía cansada del mal servicio de los taxis en esa entidad. Es conocido que buena parte de los dueños de placas de taxis son conspicuos integrantes de la clase política. Que hay exalcaldes, exgobernadores, integrantes del Congreso, funcionarios y exfuncionarios que son propietarios de cientos de placas en todos los destinos turísticos del Caribe mexicano. He ahí una oportunidad de igual manera de generar un verdadero cambio: rompiendo canonjías, acabando con la impunidad.

Es difícil pensar que suceda; pero más bien los taxistas organizados debieran invertir más en servicio, calidad y plataformas tecnológicas antes de oponerse a una tendencia del consumidor que no se detendrá. No es cerrando calles y atentando contra su propia fuente de ingreso como van a lograr conseguir algo que les genere beneficios. No hay posibilidad que las cosas sigan tal cual han sido hasta ahora. Para los hoteleros, por ejemplo, la competencia de AirBnb les ha generado afectaciones, pero no se manifiestan en las calles rechazando su operación. Simplemente se adecúan a la competencia y enfrentan la disrupción.

Pero los hicieron sentir dueños de las calles.

Y ahí está el resultado.