El solitario sin palacio

El solitario sin palacio
Por:
  • rodolfoh-columnista

La cura más segura para la vanidad es la soledad

Tom Wolfe

Fue un gobierno de características muy peculiares, ése de Mancera. Nunca pudo formar un grupo, una corriente, un equipo unido. En lo personal, nunca había observado tanta deslealtad, falta de identidad y sentido de pertenencia en torno a un Jefe de Gobierno.

A Mancera se le pueden echar en cara muchas cosas: que si le faltaba colmillo, que si era superficial, que si pecaba de inocente; pero la verdadera razón de esa nula cohesión entre sus colaboradores radica en que, al asumir el cargo, él era un neófito de la política y la administración pública.

Había iniciado su carrera en el servicio público apenas ocho años antes de ser nombrado al frente de la PGJDF.  La mayor parte de los encargos previos fueron de poca relevancia y casi todos, a nivel de asesoría, sin la escuela que significa manejar gente, intereses y presupuesto.

Salvo por la Procuraduría, no tuvo realmente ocasión de formar un equipo de trabajo.  Para cuando Ebrard lo asciende, sus amigos y aliados pertenecían a un equipo que no era el suyo. Al final, fue candidato por descarte, dado que su jefe había fallado en la formación de posibles sucesores.

El parisino se inclinaba por Mario Delgado, pero la popularidad del financiero era rebasada prácticamente por cualquier presidente de un Club Rotario, así que tuvo que inclinarse por Mancera, quien, por alguna razón, tenía una buena imagen. Lo metieron al microondas y ganó caminando la elección; por cierto rompiendo todas las marcas anteriores.

Una vez sentado en la silla, decidió no cometer el mismo error de su antecesor de alimentar al contrincante; por lo que enseguida surgen las desavenencias y los gritos de traición. Se negó a jugarle a la marioneta y eso tuvo un costo. Su estrategia fue arriesgada y parecía que se saldría con la suya, pero le faltaron tenientes, coroneles y generales que dieran la pelea.

Desde luego, al PRD no lo controló nunca, situación que vino a dar al traste con sus aspiraciones presidenciales (el ABC de cualquier candidatura exitosa pasa por el apoyo de un partido).

Así las cosas, de tanto en tanto sufrió bajas y deserciones, cuando no era el consuegro de Slim era algún otro alto funcionario que se pasaba al bando contrario; porque no había ni identidad ni pertenencia.  Hoy amanecemos con que Amalia García, su secretaria del Trabajo, se va a Morena.

Ahora que todo está en el aire, con Morena punteando en todos lados, el ex Jefe de Gobierno debiera estar haciendo todo lo posible para que Alejandra Barrales lo sustituya. Pero no se le ve mucho en la campaña y eso es por demás extraño, además de poco aconsejable.

De ganar Barrales, él podría jugar algún papel preponderante en el Senado, protegido por panistas, perredistas y hasta por los del PRI.  Pero de ganar Claudia Sheinbaum, el resentimiento y animadversión de esa izquierda se volcarán hacia él; de eso no me cabe la menor duda. En política, nadie debe esperar a que la vida lo sorprenda.