El sueño de la boda real

El sueño de la boda real
Por:
  • larazon

Repantigado en el mullido sillón de su amplísimo estudio, Gil seguía en los periódicos de papel el desgarrador caso de la joven mexicana Estibalis Chávez Guzmán. La lectora y el lector lo saben: Estibalis daría cualquier cosa en la vida con tal de cumplir un sueño, una ilusión; en fin, un anhelo:

asistir a la boda del príncipe William y Kate Middleton. Pequeño problema:

Estibalis no está invitada. Los policías de la aduana británica le impidieron la entrada al país argumentando que no llevaba dinero suficiente para su estancia, 75 dólares diarios, y que no tenía invitación de persona alguna en el Reino Unido. Gil pensó en ciertos gastos y de plano no le salen las cuentas para sobrevivir con esa cantidad, pero no nos desviemos.

Estibalis recogió su maleta con el corazón hecho trizas y guardó en una bolsa el óleo en el cual eternizó al príncipe y a la princesa. Así abordó un avión de regreso a Madrid, donde trata de conseguir dinero y una carta-invitación de alguien que resida en Londres. Estibalis se hospeda en la habitación de un hostal que comparte con otras cuatro personas y por la que paga 30 dólares diarios (un poco caro para ser un hostal, la verdad).

Según declaró en una entrevista concedida a su periódico El Universal, Estibalis se siente triste y acongojada, pero tiene esperanzas de recibir más dinero de dos personas que la ayudan desinteresadamente (oh, sí): Octavio Finch, de una asociación civil, y un ciudadano residente en Nueva York que se llama John que ya le ha mandado 800 dólares. O sea, caviló Gamés mientras se llevaba los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz: levantas una piedra y sale un loco de atar que le da dinero a una desconocida para que cumpla un deseo estúpido.

A esta mujer, por cierto, se le van las cabras durísimo. Eso de tener una misión muy seria en la vida siempre es peligroso, las personas terminan por arrojar a la razón desde el octavo piso. C’est la vie. Estibalis afirma: “No estoy loca. Sólo quiero cumplir una promesa que le hice a mi mamá, a quien no conocí porque murió en el parto”. ¿Lo ven?: a las primeras de cambio, sácale, soy Napoleón, me siento un león y etcétera. “Ella era fan de Lady Di y yo soy fan de Kate, que es lindísima y tiene una bellísima sonrisa, y de Guillermo, y me gustaría conocerlos, darles el cuadro que he pintado para ellos y que me inviten a su boda.” Y a comer canapés reales y beber champaña real. Al parecer, la chica no estaba borracha ni bajo los efectos de alguna droga alucinógena cuando la atacó la obsesión, razón por la cual Gilga infiere que se le botó una canica, y de las grandes.

Además de que le dice Guillermo al príncipe William, pretende que la inviten a la boda real. Aquí entre nous, Gamés se propone comprar Mexicana de Aviación con todo y azafatas, o como les llamen. ¿Qué tiene de malo? Cada quien sus anhelos.

Estibalis añade algo a la búsqueda de su sueño: “en la aduana en Londres me puse nerviosa, no sabía qué decir; primero les mentí y luego me olvidé de mostrarles los correos de las personas que conozco allí. Me miraron feo. Encontraron el cuadro que llevaba en la bolsa, luego las fotos de los príncipes en el celular y en la cartera y pensaron que era una sicópata”. Qué raro, nomás faltaba que uno no pudiera viajar con el óleo de los personajes que admira en una bolsa. Gil llevaría en un cuadro grande la imagen del Chicharito Hernández, que, la verdad, no cree en nadie. Así, con su óleo de Javier viajaría Gilga por el mundo.

La frase de John Dryden espetó con los ojos bien cerrados: “La locura es un cierto placer que sólo los locos conocen”.

Gil s’en va

gil.games@3.80.3.65