Elección

Elección
Por:
  • armando_chaguaceda

Sentada a mi lado en el avión, ostentaba ese aire de descuido glamoroso de cierta progresía. Iba de regreso de Chiapas a Buenos Aires, llevaba una edición de Nuestra América en el regazo y muchas ganas de conversar. Tras algún comentario insulso sobre la calidad del refrigerio, arrancamos la charla.

Superado el resquemor de mi esposa —que temía nueve horas de agrio debate— la plática tomó caminos amables e insospechados. Cruzando anécdotas del paso por zona zapatista y nuestra temprana formación magisterial, charlamos sobre Freyre y los problemas de la educación en Cuba, México y Argentina. Hablamos de nuestras militancias —reciente la suya, pasada la mía— en organizaciones comunistas. Reímos de los vicios de la academia y la política en nuestros países. Al despedirnos en Ezeiza, nos deseamos un buen cierre de año.

En las jornadas siguientes, en foros públicos y charlas privadas, he cargado mis pilas y mi esperanza en torno a la idea de que “otra izquierda es posible”. He encontrado gente perseguida y exiliada por la dictadura argentina que no ve a Maduro como modelo ni guarda luto por Castro. Me acompañan a la siniestra ESMA, centro de tortura clandestino en el que tanta juventud fue aniquilada, mientras hablamos de El Sexto, un grafitero preso en La Habana. Me solidarizo con su reclamo por la defensa del gasto social y educativo en la Argentina macrista al tiempo que entienden que la igualdad, la salud y la educación que exhibe la propaganda del Estado cubano son una realidad en retroceso y magnificada.

Porque la coherencia de valores y acciones justicieros debe caracterizar a una izquierda digna de ese nombre. Poniendo a todos los derechos humanos, léxico político de lo más avanzando de nuestro tiempo, en el centro de su agenda y solidaridad. Sin elegir entre equidad y libertad —pues sin una la otra es imposible—, procurando los mejores modos de armonizar ambas en la vida concreta de gente concreta. Pensando con cabeza propia, allende los dogmas. No deseando para los otros “utopías” en las cuales ellos no aceptarían vivir.

Se vienen tiempos más duros para Cuba, Latinoamérica y el resto del mundo.

Los autócratas se encumbran, crece el descontento con la democracia, la muerte se ceba sobre los indefensos desde Aleppo a Tijuana. Como animal pensante y político, con nacionalidad híbrida, insisto en el diálogo con esa izquierda realmente existente, variopinta y a ratos insufrible, de la que me siento parte. A fin de cuentas, es en la familia donde a menudo enfrentamos las peores broncas, pero también donde hallamos las fuerzas y los legados para continuar.