En caliente

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Por:
  • larazon

Estoy rodeado de burócratas en el Salón Latino, a la sombra del Monumento a la Revolución. En este Mundial, los burócratas están condenados a ver puros segundos tiempos: se liberan a las dos y media y, en general, pasan de ahí a la degeneración posburocrática. En la colonia Tabacalera hay más prohibiciones que en la Habana, las terrazas al aire libre comienzan donde termina el gobierno: la Zona rosa and beyond.

Dos amigos escritores me acompañan y me sugieren, entre tequila cerveza, estas líneas. El partido es Alemania-Ghana, y en la mesa coincidimos en apoyar al único equipo africano con posibilidades de pasar a la segunda ronda (Costa de Marfil requiere de un milagro más contundente que Mandela). No parece haber mayor interés por el partido, salvo en mi mesa, que tampoco presume de ningún avatar, ni siquiera remoto, de la hinchada: apoyar a los alemanes o a los ganeses en México es como estar a favor de la abducción y sus marcianos. ¿Qué es Ghana?, pregunta uno de mis interlocutores. Como Alemania, pero en japonés y con leones, contesta el otro. Además el mesero nos interrumpe con insistencia: Papi, ¿otro tequilita?

Y eso que uno de nosotros es mujer.

¿Qué va querer papá? Pues otro tequila hasta ver si Ghana .

Detrás de la pantalla, puesta ex profeso para estos días, hay un gran espejo (verdadera gran pantalla, teatro del mundo) en el que, sin querer, me observo cuando en verdad quiero ver a Podolsky fallar otro pénalti.

Tengo la gran oportunidad de verme festejar un gol, aunque no sé si eso me interese. Es una cantina bella, amplia, con una barra y un mural detrás en el que sólo falta Monsiváis: Joaquín Pardavé, Jorge Negrete (que no le gustaba a Monsi), Pedro Infante (que sí le gustaba), Sarita Montiel, Agustín Lara, Dolores del Río, Tin Tan y algunos otros rostros predecibles. Quizá Gilberto Owen, si no se hubiera muerto por tomarse otro tequila.

Mis amigos escritores son predecibles. El tráfico de Reforma allá afuera es predecible. Shakira y el wakawaka son predecibles. Lo que no es predecible es el gol de Alemania en el minuto mil. Cuando Ghana domina, anotan los alemanes. Una vieja historia que los mexicanos conocemos de memoria: la jerarquía histórica como servidumbre heredada. Nadie festeja, nosotros nos desinflamos: África no termina de crecer. En la mesa, alguien elabora una teoría tan políticamente incorrecta que vale la pena citar: el futbol es un juego psicológico, los africanos fueron contendientes mientras no entendieron las reglas secretas y siniestras de la FIFA: los blancos ganan, a menos que pierdan con los brasileños –africanos guapos. ¿Qué le espera a este Mundial? En la cantina estamos apostando por la insurrección de los morenos.

eltrujis@gmail.com