En el PAN, “ven la tempestad y no se hincan”

En el PAN, “ven la tempestad y no se hincan”
Por:
  • javier_solorzano_zinser

No hay forma de no darse cuenta de la crisis que trae el PAN. No es reciente; le viene desde antes de las elecciones, sigue sin entender por qué perdió desde 2012.

Adquiere sentido la frase atribuida a Felipe Calderón, de no vaya a ser que “ganemos la Presidencia, pero perdamos el partido”.

No hay manera de que los panistas no se den cuenta de lo que pasa; saben que el partido está partido. Sin embargo, es de tal envergadura la lucha y la ambición por el poder, que todo indica que poco o nada les importa el tamaño del problema en que están metidos.

Están peleándose sin tener miradas de futuro y sin entender, y atender, la nueva realidad política del país. El PAN, PRI y PRD son una especie de los nuevos chiquipartidos.

El PAN lleva meses, más bien años, en que lo que parece que mueve a sus dirigentes es sólo el control por el partido. A esto se suma que quienes lo han encabezado en tiempos recientes fueron derrotados por su singular ambición. La alianza con el PRD es prueba de una estrategia fallida, en la que todo se pensó solamente en el inmediatismo; nunca se analizó lo que estaban haciendo y las consecuencias de ello.

Lo que hicieron con el PRD fue desafortunado; esto va por los dos partidos. Más que ganar la elección, lo que querían era que no ganara López Obrador. Al final no sólo perdieron la elección de manera rotunda; no les terminó por servir de nada la alianza, la que más bien los dividió y el partido se diluyó, lo cual dejó al blanquiazul en medio de un tobogán del que no se ve cómo vaya a salir.

En el PAN nada está fluyendo; todo es contracorriente. Se están enfrentando de manera lamentable por la dirección del partido. Ricardo Anaya se apoderó del PAN sin respetar el cómo y, sobre todo, sin medir las consecuencias de lo que hacía. Amarró los votos para ser presidente del partido y candidato a la Presidencia, pero perdió de vista las sensibilidades, sentimientos y el pasado panista, en forma y fondo.

No es que Margarita Zavala fuera la gran opción; o que con ella hubiera alguna garantía de ganar la elección; no vemos quién le hubiera podido ganar a López Obrador. La clave era en el cómo hacer la cosas y entender que el partido y la vida política del país no empezaba, ni terminaba, con la obsesiva elección.

Lo que terminó pasando es que al enfrentarse Anaya con ella, y con muchos más, no sólo se ubicó frente a un personaje de peso e influyente al interior del partido; es la esposa de quien fuera Presidente del país, “haiga sido como haiga sido”, sino que también derivó en que se colocó de forma definitiva en contra de una corriente histórica del PAN. Su plan para hacerlo, desde el inicio era inviable y con precario futuro.

La derrota parece que no le sirvió de nada al PAN. La singular democracia del partido fue la que llevó al poder a Ricardo Anaya y, paradójicamente, es la misma que hoy tiene al panismo brutalmente confrontado.

Los panistas están tan ensimismados en su lucha por ver quién queda al frente del partido, que no han hecho el más mínimo análisis autocrítico del 1 de julio, y sobre todo, antes de esta fecha. Ricardo Anaya, quien sin duda fue víctima de todo tipo de ataques ante los cuales, por cierto, sus respuestas dejan dudas, no ha hecho una revisión de lo que hizo y provocó.

Por si fuera poco, Margarita Zavala ha anunciado la creación de una organización, una más, que no partido, que muy probablemente provocará nuevos ruidos al interior del PAN. Quizá Margarita no esté tan fuera del partido como presume y asume; diga lo que diga, parece ser totalmente panista.

Al PAN le vienen días en verdad más complicados. Por supuesto que lo saben; su problema es que, como decían las abuelitas: “ven la tempestad y no se hincan”.

RESQUICIOS.

Dicen en el PVEM que en el Congreso ya no irán con el PRI, que son independientes, eso dicen.