Encarar la violencia

Encarar la violencia
Por:
  • larazon

Julio Trujillo

La violencia en México y el mundo suele ser una abstracción que comparece velozmente en nuestras pantallas, como si negarse a atender esa información fuera a atenuar su existencia. Pero la violencia existe, e ignorarla voluntariamente no sólo no la atenúa sino que contribuye a su agudización. La solidaridad y la denuncia, la empatía, son rasgos de los que carecemos mayormente como sociedad, y la impunidad prospera. Pero cuando la violencia toca a nuestra puerta, hemos de encararla.

En los últimos años fomentamos la idea, basada en una calma relativa, de que la Ciudad de México era una especie de oasis en la realidad brutal de las ejecuciones violentas, y así aprendimos a leer por encima esas constantes, horribles noticias como algo que sucedía en otras zonas del país, y seguimos nuestra vida en la ciudad confiados y desdeñosos de aquella realidad. Pero la violencia vino a la ciudad.

No obstante, ya en el contexto de “las muchas ciudades que hay en la Ciudad de México”, fomentamos la idea, basada en una calma relativa, de que nuestras colonias eran una especie de oasis en la realidad brutal de las colonias violentas, y así aprendimos a leer por encima esas constantes, horribles noticias como algo que sucedía en otro código postal, y seguimos nuestra vida en las calles que conocemos bien, confiados y desdeñosos de aquella realidad. Pero la violencia vino a nuestras colonias.

E incluso frente a estos hechos creímos, basados en la relativa calma de nuestros círculos sociales y profesionales, que la violencia le sucede a otros y que nuestros amigos y familia eran una especie de oasis en la realidad brutal que le ha tocado vivir a “los demás”, y así aprendimos a leer por encima esas horribles noticias como algo que jamás nos tocaría, y seguimos nuestra vida con la gente que conocemos bien, confiados y desdeñosos de aquella realidad. Pero la violencia ha golpeado a nuestra gente.

Hoy nos toca encarar el asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa y cuatro mujeres, que tuvo lugar hace tres días en la colonia Narvarte, como algo nuestro, al igual que nos toca aceptar que la violencia en México, toda, es también algo nuestro, algo concreto que no podemos desdeñar. La violencia no puede irrumpir más cerca de nosotros, porque somos ya Rubén Espinosa: ciudadanos que hacemos nuestro trabajo, escandalizados por la vulnerabilidad de los periodistas en nuestro país y que no estamos exentos de nada. No hay calcomanía cero para nadie.

Y el Estado debe dejar de taparse los ojos como si fuera un niño, creyendo que así desaparece no sólo la violencia que lo rodea sino él mismo y su responsabilidad. Rubén Espinosa alertó a quien pudo, alzó la voz, huyó del Veracruz de Javier Duarte y vino a refugiarse a la Ciudad de México cuando fue amenazado por hacer su trabajo. Nadie lo protegió. El desdén de nuestras autoridades permitió que lo asesinaran cuando comenzaba a sentirse seguro. Era uno de nosotros. ¿Qué más hace falta para encender todas las alarmas y encarar esta realidad de frente y como adultos?

julio.trujillo@3.80.3.65

Twitter: @amadonegro