Entre milagros y recuerdos

Entre milagros y recuerdos
Por:
  • danielalonso-columnista

Cuando anuncian la primera fecha de la Copa MX no se emociona ni la abuelita de los protagonistas. Lo he escrito en otras ocasiones: es un torneo bastante gris y a pesar de que actualmente ofrece un pasaje a la fase previa de la Copa Libertadores, máxima competición de clubes en nuestro continente, la justa mexicana resulta poco emocionante.

Pero siempre existe una excepción a la regla, y en esta ocasión, fue sólo cuestión de soplar un poco para desempolvar un equipo acostumbrado a las hazañas deportivas y a las emociones cardiacas: el Necaxa.

Ha pasado ya un lustro del último descenso de los Rayos; cinco años que nuestra Liga perdió a uno de los -grandes- y no lo digo yo, lo dice su historia y los sobrenombres que el club se ganó a lo largo de su andar por nuestros campos de futbol: en los años 30 se le conoció como los ‘Once Hermanos’, porque el equipo jugaba con una perfección y entendimiento que sólo los que poseen la misma sangre consiguen.

Un 9-0 al América en Semifinales de la Copa México de aquellos días y un 2-1 en la Final al poderoso Asturias le valió también el apodo del Campeonísimo; sí, aunque refunfuñen algunos del Guadalajara, ellos llegaron primero.

Son los años 90 y el Necaxa se ganó el mote del ‘Equipo de la Década’ gracias a sus títulos de Liga (ante Cruz azul y Celaya en años consecutivos y después ante Chivas), Copa Concacaf y Copa México; años gloriosos que cerraron con broche de oro al derrotar en tierras brasileñas por la vía de los penaltis al Real Madrid, obteniendo así un histórico tercer lugar del primer Mundial de Clubes.

Sólo faltaba ponerle etiqueta de victima para que los Rayos hicieran de las suyas; y como en los mejores tiempos, con estadio lleno en contra y con un pequeño, muy pequeño puñado de seguidores, hicieron la travesura.

Ahora no hubo baile de Tomás Boy, se apagaron las sonrisas y las burlas quedaron para mejor ocasión. Ganó Necaxa y lo hizo con autoridad y buen futbol, sí, como en los noventas de Aguinaga, Ivo, Aspe, Ambriz, Navarro y compañía.

Hace 13 años que se fue el Necaxa de la Ciudad de México y para los que disfrutamos del futbol más allá de los colores, esos 13 años saben ya a nostalgia, porque era un manjar asistir al Estadio Azteca cuando los Rayos jugaban de local.

No había caos, no había filas interminables para entrar o salir del estacionamiento; muchas veces acompañé a mi padre como aficionado imparcial a ver a ese Necaxa, y claro, antes de entrar al Azteca no podía faltar la degustación de unos tacos de guisado; al fin y al cabo, eran domingos muy serenos.

Según relata Juan Villoro cuando describe cómo nació su amor al Necaxa, en la presa del mismo nombre y cuya energía alimenta a nuestra ciudad, hay una leyenda que dice que cuando el agua baja en tiempos de sequía, se puede observar el campanario de una iglesia. Los necaxistas, continua Villoro, no necesitan ver la iglesia sumergida en la presa para creer en ella. En los días de milagro, ahí suenan las campanas.

dan.alonso19@yahoo.com

Twitter: @dan_alonsov