Épica de cantina

Épica de cantina
Por:
  • larazon

Fernando Escalante Gonzalbo

Algunas cosas ha hecho bien nuestra clase política en los últimos veinte años. Entre ellas, la creación del IFE. Tal vez por eso están algunos empeñados en crearlo de nuevo, una y otra vez, y repetir anualmente la batalla por el consejo, como si no hubiese nada de mayor trascendencia.

Imagino que en todo eso hay su dosis de marrullería, su dosis de farol y de negocio fullero, pero también es una especie de compensación simbólica de las derrotas electorales. Si hace falta reformar el IFE, cambiar la ley, relevar al consejo, es porque no funciona bien: permite trampas, inequidades, fraudes. Hablar sobre el IFE es un modo de desacreditar la última elección —y decir que los dados estuvieron cargados, y que los que perdieron en realidad no perdieron. Y así estamos cada tres años, cada seis, de regreso en 1985, o más atrás incluso, todavía esperando la transición a la democracia.

Ahora, con el PRI en el ejecutivo federal, el PAN y el PRD han recuperado su identidad como La Oposición, y vuelven a pelear las mismas batallas —repetidas, insustanciales, cada vez más irrelevantes. Y tenemos en la prensa una épica de cantina, con titulares dramáticos como: “Alerta a oposición maniobra en el IFE”, que no se refieren a nada. En este caso concreto, el señor Fernando Rodríguez Doval, diputado del PAN, dijo: “De parte del PRI hay intención de tener a su porra metida en el IFE, como ya lo han intentado en otros procesos...”.… No dice qué otros procesos, ni qué consejeros formaban la porra, ni por qué gente de claras simpatías partidistas como Alonso Lujambio y Juan Molinar, por ejemplo, no puedan hacer un buen trabajo en el IFE.

Encuentra el modo de hacer historia: “Estamos ante la oportunidad de que no se siga dando el cuotismo…...” Pero él mismo se arruina la ocasión cuando dice a renglón seguido que no admitirán que el presidente surja de la lista presentada por el PRI.

Miguel Alonso Raya, del PRD, es más ambiguo: “Puede haber triquiñuelas para controlar el Instituto...”… No explica cómo, qué triquiñuelas en un proceso público, en que se tienen que proponer 70 nombres, para seleccionar a 28, entre los que proponer a 5, y que sean votados por dos tercios del congreso.

Pero ahí están, triquiñuelas. El remedio, el de siempre: “Estamos pensando en perfiles de gran nivel, como los de Juan Ramón de la Fuente, Diego Valadés o Rolando Cordera”. Y de nuevo, en vez de buscar funcionarios competentes, estaremos barajando celebridades —para mantener la paranoia del fraude electoral, mediante la fantasía heroica de un IFE integrado por consejeros de talla legendaria. Y vuelta a empezar.

Mientras tanto, el consejo funcionará con cuatro de nueve consejeros, y sin presidente —para evitar cuotas y triquiñuelas. Hay para pensar que de verdad no se dan cuenta, de nada.