Esa buena costumbre mexicana de ganar el Oscar

Esa buena costumbre mexicana de ganar el Oscar
Por:
  • horaciov-columnista

Si bien ya pasaron algunos días de la entrega de los premios Oscar, todavía están lo suficientemente frescos como para comentar sobre uno de los eventos más memorables para México en la entrega de premios a lo mejor de la industria cinematográfica más influyente del mundo.

Cine y política. Para nadie es una sorpresa que los premios de la Academia norteamericana tradicionalmente tengan un fuerte componente político, lo cual no resta el talento de los galardonados en cada categoría. Se trató de la segunda entrega de la estatuilla bajo la administración Trump (el año pasado apenas tenía unas semanas de haber asumido la Presidencia) y la primera después de que el otoño pasado se detonara el escándalo de Harvey Weinstein. Por ambas razones, realidades como el acoso y abuso sexual, discriminación, misoginia, homofobia y xenofobia, por citar algunos temas, fueron tratados en muchas de las películas exhibidas durante 2017, las cuales fueron reconocidas no sólo por su densidad política, sino también, en la mayoría de los casos, por su excelente realización.

Una buena costumbre mexicana. Se extendió ya a cuatro años el reconocimiento de la Academia al talento de origen mexicano. Con el triunfo de Guillermo del Toro como mejor director, se completa el buen tercio con Alfonso Cuarón (2014) y Alejandro González Iñárritu (2015 y 2016), algo sin precedentes y muy difícil de igualar por realizadores extranjeros. Coronando el éxito, la película de Del Toro, La forma del agua, ganó como mejor película y se llevó dos premios más: música y diseño de producción. Además, Coco, un entrañable homenaje —producido por la genial dupla Disney-Pixar— a la mexicanísima tradición del Día de Muertos, ganó los premios de mejor película animada y mejor canción (con una presentación de ésta un tanto estrambótica, y con Gael García Bernal desafinando horriblemente, pero no le aunque). Además, la misma presencia de Gael, de Salma Hayek y de otros paisanos en la ceremonia, sumó a consumar una noche mexicana en Hollywood. Paradójicamente, sigue siendo una asignatura pendiente que alguna película mexicana gane como mejor película en lengua extranjera.

Mujer fantástica. Desde hace algunos años, Chile venía tocando la puerta para ganar el Oscar a película extranjera. Tal vez lo debió ganar antes con No (2012) o Neruda (2016), ambas dirigidas por Pablo Larraín y, curiosamente, ambas también con actuaciones de Gael García Bernal. Sea como fuere, se convirtió en el segundo país latinoamericano en ganar en esa categoría (Argentina ya lo consiguió en dos ocasiones), con una película que visualiza el rechazo y la discriminación hacia el colectivo transgénero.

Otras agendas. En una temporada signada por #MeToo contra el acoso sexual —principal, aunque no exclusivamente contra mujeres—, la presencia conjunta de Salma Hayek, Ashley Judd y Annabella Sciorra sirvió para reivindicar el movimiento. El emocionante discurso de agradecimiento de la espléndida Frances McDormand, al ganar por segunda ocasión como mejor actriz en papel protagónico, si bien evidenció el potencial y el talento femenino en la industria, también mostró que la inequidad de género sigue persistiendo. Por último, James Ivory ganó en la categoría de mejor guion adaptado, por Call me by your name, que llevó a la pantalla un poderosísimo relato, escrito originalmente por André Aciman, sobre una relación homosexual entre un profesor y un joven, ambientada en la Italia de los años ochenta (película que estuvo también entre las nominadas al Oscar principal).

En suma, un justo reconocimiento a lo mejor del cine, un muy apreciable reconocimiento al talento y a la cultura mexicanos, y un impulso a agendas políticas más que apropiadas en el momento actual.