Estamos unidos mexicanos

Estamos unidos mexicanos
Por:
  • Carlos Urdiales

Doce días después, 32 años más tarde. En sus centros la tierra volvió a temblar, otra vez en septiembre, México se estremeció; las estructuras crujieron, la palidez se contagió, las alertas se activaron, casas, edificios y escuelas cayeron.

Nuevo terremoto, vieja tragedia. Sismo menor que el del día siete, pero más cruel por proximidad. Con 32 años de diferencia, las imágenes imborrables regresaron.

Solidaridad que estremece, fraternidad hecha cadena, manos duras como bandas mineras purgando escombros, liberando peso para encontrar vida donde se presagia muerte. El nuevo 19-S nos marca, alcanza a generaciones inmunes, de memoria, al 85.

El recuento de daños y penas abarca la CDMX, al Estado de México, a Puebla y a Guerrero; se ensaña en Morelos; lapida de nuevo a Oaxaca.

El inventario es dinámico, se actualiza cada hora, muertos y contando, las capacidades de gobiernos, federal y estatales, no se rebasaron. Se activaron de inmediato protocolos que liberan recursos; los políticos que hicieron falta se volvieron líderes, estuvieron presentes y coordinaron. Hoy, animan, reconocen y agradecen.

México vive y está de pie. Estamos unidos mexicanos no es estrofa nacional, es una realidad que no aplasta, que levanta y emociona. Por horas, por días, quizá semanas, la mayoría se pone de acuerdo fácil, rescatar, curar, ayudar.

Por la degradación de la naturaleza inhumana, no faltaron actos de rapiña a lo chilango: hijos de su chilanga progenitora que los habilita para robar en medio de la tragedia y el caos, asaltos en congestionamientos viales, candados impuestos en calles de parquímetros por no depositar otra moneda para continuar, de falsos inspectores; no faltaron porque pudieron, por la ausencia de autoridad, de ley, de madre.

Pero, por cada miserable, existen cien, doscientos, miles de mexicanos más que se hermanaron a la primera, organizados para ir y venir, para llevar y traer, para callarse a una señal, brazo en alto con puño cerrado manda silencio y abre las puertas del cielo para escuchar un quejido, una voz, un susurro que ordene, de inmediato, más trabajo, mayor esfuerzo, entrega colectiva total para sacar al desconocido de los escombros, para robárselo a la estadística fatal. Contra varillas y ladrillos, manos, picos y palas; la vida posible mueve montañas.

Destacan también aquellos que llevaron, que llevan alimentos, agua, medicinas, cobijas, que organizaron los centros de acopio, que hicieron de negocios de comida, comedores públicos, de patios, albergues, de excedentes, insumos básicos para el prójimo.

Los que abrieron plumas de estacionamientos para desalojar centros comerciales sin pagar, sin dilación, los sensatos, los que reportaron de buena fe, los que desoyeron falsas y estúpidas noticias que no dan tregua.

Del nuevo 19-S nos queda aliviar, rescatar, lo que se pueda y lo que no, hacerlo de nuevo. Llorar la pérdida y seguir. Seguir unidos mexicanos.